¡El enfrentamiento del siglo¡ ¡La victoria decisiva¡ ¡A vida o muerte¡ ¡El país se paraliza, pendiente del resultado¡
Y no se trataba de una guerra inevitable, ni de uno de esos grandes acontecimientos que quedan grabados en la historia universal, como pudiera parecer por el vocabulario de los titulares de prensa, radio y televisión.
Simplemente se trataba de que veintidós jovencísimos deportistas multimillonarios, divididos en dos grupos, intentaran durante noventa minutos meter una pelotita en dos rectángulos con redes. Muchos de ellos ni siquiera había nacido en el país, y su única ambición e ilusión era la fama y el dinero.
Las masas de homínidos disfrutaban sacando de contexto tan vulgar competición. Lo identificaban con una de sus grandes alegrías del año. Para los partidarios de los blancos supondría el triunfo del conjunto de la nación, que simbolizaba el éxito del tesón, la voluntad y el coraje de los hombres. Para los otros, la derrota del Estado por aquella pequeña, aburguesada y rica nación, que representaba lo más culto, rico y refinado del país, el poder de la técnica frente a la fuerza.
Y ya eran cien años, como antes sucedió con los gladiadores de la Roma Imperial y los jinetes del Hipódromo de la Bizancio medieval, en la que volvía a repetirse la patraña del enfrentamiento de los dos grandes equipos deportivos más importantes del Orbe, el Real Madrid contra el FC Barcelona. El rebaño de corderitos pagaba puntualmente por verlos y los lobos del mundo de los negocios vinculados a estos espectáculos circenses, tan felices y contentos…
Y no se trataba de una guerra inevitable, ni de uno de esos grandes acontecimientos que quedan grabados en la historia universal, como pudiera parecer por el vocabulario de los titulares de prensa, radio y televisión.
Simplemente se trataba de que veintidós jovencísimos deportistas multimillonarios, divididos en dos grupos, intentaran durante noventa minutos meter una pelotita en dos rectángulos con redes. Muchos de ellos ni siquiera había nacido en el país, y su única ambición e ilusión era la fama y el dinero.
Las masas de homínidos disfrutaban sacando de contexto tan vulgar competición. Lo identificaban con una de sus grandes alegrías del año. Para los partidarios de los blancos supondría el triunfo del conjunto de la nación, que simbolizaba el éxito del tesón, la voluntad y el coraje de los hombres. Para los otros, la derrota del Estado por aquella pequeña, aburguesada y rica nación, que representaba lo más culto, rico y refinado del país, el poder de la técnica frente a la fuerza.
Y ya eran cien años, como antes sucedió con los gladiadores de la Roma Imperial y los jinetes del Hipódromo de la Bizancio medieval, en la que volvía a repetirse la patraña del enfrentamiento de los dos grandes equipos deportivos más importantes del Orbe, el Real Madrid contra el FC Barcelona. El rebaño de corderitos pagaba puntualmente por verlos y los lobos del mundo de los negocios vinculados a estos espectáculos circenses, tan felices y contentos…
© Carlos Parejo Delgado
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