Sensualidad y poesía. Esas son quizás las dos palabras que mejor definen esta deliciosa obra de Sampedro, uno de mis autores favoritos. En La vieja sirena encontramos un relato repleto de magia y pasión, ambientado en la Alejandría del siglo III, donde se dan cita realidad y mitología. Surge así una novela que en el fondo gira en torno a dos de las grandes preocupaciones que siempre han guiado a la humanidad: el amor y el poder.
Glauka, Irenia o Kilia, la protagonista, tiene diferentes nombres a lo largo de la historia. Y cada uno de ellos es en cierto modo una mujer distinta, pues a cada capítulo de su vida le corresponde un nombre diferente. El misterio y la sensualidad rodean a esta bella joven, cuya vida está llena de luces y de sombras; ha pasado por momentos extremadamente dolorosos junto a otros donde ha conseguido tocar la felicidad. La vida de Glauka sufre un giro cuando conoce a Ahram, un poderoso navegante alejandrino con el que acabará viviendo un amor apasionado sin precedentes en su vida anterior. Krito, un filósofo andrógino que es uno de los más fieles amigos de Ahram, es el otro protagonista indiscutible de esta epopeya fantástica. Él simboliza el poder de la palabra, la racionalidad de las cosas, mientras Ahram personifica la fuerza masculina y el poder de los actos. El trío formado por ambos hombres y la mujer constituye un conjunto único por su fuerza y su complejidad, y les unirá aún más el hecho de ser sólo ellos los conocedores de la verdadera naturaleza de Glauka, la mujer misteriosa.
La prosa de Sampedro es apasionada y vibrante, y hace estremecerse al lector en determinados pasajes. El autor rescata del olvido esos antiguos ritos ancestrales que se dieron en la mayoría de los pueblos y que tan frecuentemente escapan a la investigación histórica. Ritos que defendían el culto a la Diosa Madre -la deidad procreadora, la Madre Naturaleza- como base de todas las religiones antiguas. La obra entera es un canto a esa idea, y una celebración del amor y el sexo como las manifestaciones más legítimas de ese culto, una creencia que se fue perdiendo a lo largo de la historia pero cuyos ecos resuenan aún en algunos de nuestros ritos actuales.
La vieja sirena es ante todo una historia de amor, un amor casi divino que une a Glauka y a Ahram de una manera indestructible. Tanto es así que ni la misma muerte podrá separar a los amantes, que se buscarán y se encontrarán el uno al otro en los límites del mundo real, más allá de donde ningún mortal podría jamás acercarse.
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