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Mostrando las entradas para la consulta LOS DIBUJOS ERÓTICOS DE KLIMT ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
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viernes, 1 de junio de 2012

LOS DIBUJOS ERÓTICOS DE KLIMT - LA EXQUISITA SENSUALIDAD Y EL EROTISMO TRAZADOS A LÁPIZ

Los dibujos de Klimt son la quintaesencia de la sensualidad.

Carecen de la agresividad y desesperación de los dibujos de Schiele, del cinismo de Picasso, del salvajismo de Tolouse-Lautrec. 

Su erotismo es siempre, como en Ingres o Matisse, refinado y elegante. Su sensualidad da testimonio de su gusto por el esteticismo decadente, algo que nadie puede quitarle o prohibirle. Esta mezcla de erotismo y esteticismo forma también parte de la representación de las poses más osadas y provocantes o de la reproducción detallada de las zonas erógenas del cuerpo. 

Klimt no es nunca atroz o vulgar, aún cuando se le ha tachado de pornográfico. El dibujante Klimt parece coquetear siempre con el objeto de su pintura. Es el dibujo de un amante cariñoso que acaricia con ternura el cuerpo amado para excitarlo en cada posición, y es el intento de retener un momento del éxtasis para hacer de él un algo de eternidad.






La mujer es su tema exclusivo: la pinta desnuda o ricamente adornada, en movimiento, sentada, de pie, yacente, en todas las posiciones y gestos, incluso los más secretos. 


Preparada para el abrazo, en éxtasis, en sensual expectación, como Rodin, con quien comparte esta pasión por la representación de la mujer en todos sus estados de ánimo, necesita durante su trabajo constantemente dos o tres modelos desnudas en su estudio, sin pintarlas realmente. Como ardiente mirón, un dibujante que iguala a un reportero sensacionalista, las pinta en la posición que le excita a él, en el movimiento que despierta su líbido. 


































Frente a esos dibujos podemos sentir la sensualidad, la exquisita sensualidad que hizo que la mano del artista acariciara con trazo tierno, lento y cadencioso el cuerpo desnudo o semidesnudo de una mujer, eterna puerta abierta al tantas veces prohibido universo de los sueños, los placeres y los sentimientos. Es frente a cualquiera de esos dibujos cuando nos damos cuenta de que el arte, como el amor o el sexo, no hay que entenderlo, sino sentirlo. Klimt ha sabido captar como nadie ese momento lleno de magia y de misterio que llamamos soledad.




















El estudio de Klimt estaba siempre lleno de modelos, mientras él estaba sentado y silencioso ante su caballete, ellas, se paseaban arriba y abajo, se desperezaban y alegraban la estancia, siempre preparadas para responder a una señal del maestro y quedarse quietas cuando él observaba una postura, un movimiento que su sentido de la belleza le pedía que dibujase rápidamente. En estos dibujos nos encontramos, quizá, con las imágenes más eróticas del pintor, realizadas de manera rápida, mostrándose el espectador como un auténtico voyeur, de la misma manera que ocurre con las bañistas de Degas.



















Las mujeres que viven en sus cuadros están solas, siempre solas, y si aparece, a veces, alguna figura difuminada junto a ellas, no es más que un compañero o compañera del único viaje que nos lleva a alguna parte, el viaje al fondo de nosotros mismos. Las mujeres de Klimt habitan en el callado océano de su intimidad protegidas tan solo por el silencio de sus sueños, son mujeres etéreas, ingrávidas y, sin embargo, auténticas y reales, porque de ellas es el universo que trasciende al espacio y al tiempo, el único universo que nos pertenece: el de la fantasía.

















La ropa que llevan las mujeres de Klimt no está para abrigarlas o cubrirlas, sino para enmarcar, sugerir y realzar la belleza de su sexo, de su pecho, la suave curva de las caderas que deja entreveer, porque todo en los dibujos de Klimt obedece a ese mismo propósito de destacar el erotismo del universo femenino. 

















Entre 1899 y 1903, Klimt tuvo dos hijos, Gustav y Otto, de su relación con Mizzi Zimmermann, hasta aquí normal, pero se dice que tras fallecer, surgieron unas catorce mujeres que decían tener un hijo de Klimt. Pasaba los veranos junto al lago Atter, en compañía de su buena amiga Emile Flöge. Sobre la relación de Klimt y Emile existen numerosas dudas. 

Los biógrafos lo acuestan prácticamente con todas sus modelos, y además sugieren que lo hace también con las que posan, me cabe añadir a este respecto que hay un paralelismo entre las imágenes retratos de mujeres y obras eróticas muy expresivas, sobre todo mira los vestidos de las retratadas, si observas obras en fechas cercanas observaras los mismos tonos y motivos, en la ropa o mantos que las envuelven. 

Gustaba de la compañía de los intelectuales de la época en Viena: Schönberg, Wittegenstein, Mahler, y de sus mujeres, las malas lenguas dicen que lo intentó al menos con Alma Mahler, a Freud le ocasionó una "congestión intuitiva".. la pintura erótica tan explícita, sus mujeres-iconos solas, voyeristicológicamente pintadas para el espectador-observador como amante potencial, esa atracción sexual ..














Parte del texto está sacado del blog:





Se conservan más de 3000 dibujos de Klimt. Después de haber sido descuidados durante largo tiempo, hoy se consideran un complemento esencial de sus pinturas.



sábado, 21 de junio de 2014

LOS DIBUJOS ERÓTICOS DE EGON SCHIELE - INTENSO Y RADICAL, APASIONADO Y DESCONCERTANTE



En sólo 28 años de vida Egon Schiele (1890-1918) desarrolló un estilo que se despegó de la armonía de Gustav Klimt y evolucionó hacia y un estudio pionero del cuerpo humano entre lo sexual y lo descarnado.


Ambos, tienen a mi juicio, una mirada voyerista sobre la sexualidad femenina, gozosa en el caso de Klimt y atormentada en la de Egon, pero ninguno de los dos aparta la vista de su modelo. Las escrutan, las observan con fruición.


Desnudo femenino yacente con las piernas abiertas, 1914


En este dibujo sobresalen, brillantes, los labios rojos y los pezones anaranjados, frente al negro del cabello, del paño y de las medias. A ello se une, como si perteneciera a un eje auxiliar, el oscuro vello púbico en medio de la clara encarnación. Ningún coetáneo vio la realidad sexual de un modo tan libre de prejuicios como Schiele. El cuerpo tendido con holgura está compositivamente anclado a la diagonal de la hoja: esto le asegura una unión decorativa de la superficie. La estática de la postura yacente es, sin embargo, precaria, debido a la falta de entorno espacial; esta ausencia de quietud perturba la fijeza de la mirada voyeurística sobre el desnudo.












El sexo era uno de los grandes temas de la sociedad vienesa de principios del siglo XX. Las teorías de Freud causaban furor y rechazo en las mentalidades burguesas decimonónicas, que dudaban entre la represión y la liberación a la hora de afrontar una nueva visión de la vida sexual.














Klimt (mentor de Schiele) comenzó a retar el oficialismo del arte austriaco con unos frescos que iniciaron su escalada hacia el erotismo y lo alejaron de las academias acusado de "pornografía" y "excesiva perversión". Egon Schiele continuó con la provocación, pero no por simple estrategia propagandística: el sexo era para el artista el modo de expresar un universo individual, desinhibido y feroz.











No contemplaba el pudor como posible freno para su arte ni aplicaba en el plano personal los códigos morales burgueses. 










En 1911 se organizó la primera exposición de la obra de Schiele en solitario. A partir de ese año, el autor da rienda suelta a la sexualidad explícita. Además del desnudo femenino, ilustró en los siguientes años escenas de masturbación (considerada por la gran mayoría de la sociedad vienesa como una desviación, una especie de autoflagelación patológica que debía ser tratada) y lesbianismo, turbadoras para el espectador, que se enfrentaba a la violencia de aceptar las situaciones como posibles en la realidad.










En 1918 era ya un autor de éxito. Klimt había muerto ese mismo año y Schiele se erigió como el gran artista austriaco del momento. Su participación en la I Guerra Mundial había sido burocrática y no lo habían enviado al frente. En los últimos días de la contienda, Edith Schiele (embarazada de seis meses) contrajo la Gripe Española, una de las mayores epidemias de la historia de la humanidad, que diezmó la población del planeta de 1918 a 1920. El virus (que había terminado con el ya debilitado cuerpo de Klimt) la mató y, tres días más tarde, también falleció Schiele. Sus últimas obras fueron dibujos de su mujer en el lecho de muerte.










Fuentes:


http://www.historia-del-arte-erotico.com/


http://blogs.20minutos.es/


http://www.elcultural.es/noticias/ARTE/