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lunes, 23 de mayo de 2016

ERNESTINA DE CHAMPOURCÍN - VIDA Y POEMAS - Una mujer relegada a un segundo plano por ser mujer en la generación del 27

" Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida.
¡Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente!.."


Edward Hopper

* SOLEDAD

Todos van, todos saben
sólo yo no sé nada.

Sólo yo me he quedado
abstraída y lejana,
soñando realidades,
recogiendo distancias.

Cada pájaro sabe
qué sombra da su rama,
cada huella conoce
el pie que la señala.

No hay sendero sin pasos
ni jazmines sin tapia
¡Sólo yo me he quedado
en la brisa enredada!

Sólo yo me he perdido
en un vuelo sin alas

por poblar soledades
que en el cielo lloraban.

Sólo yo no alcancé
lo que todos alcanzan

por mecer un lucero
a quien nadie besaba.


Ernestina de Champourcin, poeta española nacida en Vitoria, Alava, en 1905 y que murió en Madrid en 1999, retirada y olvidada por todos.

Es otra de las poetas olvidadas, pérdidas para el presente de la generación del 27. Mujer de otro poeta Juan José Domenchina y hombre de Manuel Azaña, su secretario durante la guerra.
Otra mujer poeta relegada a segundo o tercer plano por ser mujer en la generación del 27.


Ganó el premio Euskadi de literatura en castellano por su obra Antología Poética.

Una mujer soñadora, creativa y con una sensibilidad especial, tanto que a los 86 años de edad escribió poemas como este:

"Y se va marchitando la caja de las rosas;
no tiene quien las saque y las lleve al camino.
Un airón de perfume se nos quiebra en las manos
mientras algo se muere y nace al mismo tiempo.

Se nos frustró la cita con aquella fragancia
de tan pura, invisible, ese ramo de brisa
que apenas huele a nada
y que agavilla en sí todo el amor del mundo.

Hay cosas que no son, pero que siguen siendo
gozo, nostalgia, fronda que nunca hemos plantado,
hermosura secreta que sólo fue latido".

Adquirió gran prestigio como crítica en diversos periódicos y publicaciones literarias, y autores como Alberti, Aleixandre o Guillén le confiaban sus poemarios para que los reseñara. 

Más en apenas unos años, la que parecía tener todos los visos de convertirse en una carrera literaria prolífica y exitosa, se vio truncada y relegada a un segundo plano por los avatares políticos de la convulsa España de los años treinta.

En 1939, cuando la Guerra Civil española se aproximaba a su fin, Champourcín, junto a Domenchina, con quien había contraído matrimonio en los albores del conflicto fratricida, cruzó la frontera francesa. La pareja, ambos republicanos y de izquierdas, emprendían un periplo por Toulouse y París, desde donde pusieron rumbo a México, invitados por el diplomático y escritor mexicano Alfonso Reyes, fundador y director de la Casa de España.

Poco a poco su actividad creativa se resintió (habrían de pasar casi dos décadas hasta su siguiente libro): necesitaba de una dedicación remunerada para sobrevivir. Cuando Daniel Cosío Villegas, historiador y ensayista mexicano, supo de las dificultades que atravesaba el matrimonio, les ofreció colaborar como traductores en el Fondo de Cultura Económica, editorial que había fundado en 1934. Comenzaba así el quehacer traductor de Champourcín —«para ganarme la vida», reconocía— que, a lo largo de cuarenta años, produjo una larga lista de más de cincuenta libros de literatura, historia, biografía, sociología y etnografía que la autora vertía desde el inglés, francés y portugués. El primer encargo fue una biografía de Voltaire en 1941.

La cultura hispánica a ambos lados del Atlántico se enriqueció con las aportaciones de Champourcín y otros muchos. Gracias a ellos llegaba a España la voz de los desterrados. La labor traductora de la escritora alavesa tendió un puente cultural con el que el adormilado país franquista comenzó a despertar. Regresó en 1972 a un Madrid muy alejado de sus recuerdos. Nacía así un nuevo exilio.


Partes del texto son de: