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miércoles, 21 de septiembre de 2011

TAMBIÉN HAY LIBERTAD EN LA OSCURIDAD

CAMILLE CLAUDEL


Mi pensamiento sobre la libertad que tiene el ser humano para decidir su vida.

La gente prefiere llamarle cobarde, por su propio miedo a renunciar a la vida, o por la sensación de vacío que produce su ausencia. Se le dice egoísta, cuando el egoísmo viene de los que lo querían aquí, para sí mismos, para que sus conciencias no sufran y el dolor no los toque. Sin embargo existe el suicidio altruista, el sacrificio, el suicidio por honor. Ritos milenarios de nombres casi olvidados, personas que obsequiaron lo único que tenían a una causa. Pero hoy, el patrón que se repite es el sinsentido, el dolor.

Lo único que puedo decir con certeza, es que el suicidio es ir contra el instinto, contra la pulsión de la supervivencia, que es una pulsión grande y que pesa como ninguna otra cosa. Es el acto de suprema valentía, que posiblemente conviva con la "cobardía" (no soportaron las pruebas de la existencia, no supieron permanecer, vencer los obstáculos, y ahora huyen por la puerta trasera, de donde no hay retorno, donde ya no puedan alcanzarlos los problemas).

Debe ser muy difícil ahogar los impulsos primarios e ir en contra suya, privarse de toda animalidad y volverse humano enteramente por un segundo, en la máxima expresión de voluntad propia. Tal vez mas difícil que vivir en este mundo, donde abundan las cosas feas, la vulgaridad, y escasea la empatía, la belleza, la piedad. Yo no levantaría mi dedo para señalarlos, no me atrevería a cuestionar sus motivos, ni llamarlos cobardes.

¿Cómo es posible existir en el mismo mundo en que se ataca la inocencia, en el que los animales sufren por capricho de gente desalmada, en donde ya sólo unos cuantos, dispersos por todo el globo, tienen un espacio en su espíritu para apreciar el arte, la belleza? Es difícil existir sabiendo que igualmente existe la gente vulgar, agresiva, asquerosa, inculta, sin mas ambición que arruinar otras vidas o engañar a las masas con un falso talento, un ideal magnicida, en busca de un poder corrupto e ilusorio. Peor aún, donde un simple idiota puede valerse de violencia, de calumnia, de envidia para tocar y envenenar a cualquiera ¿Qué otra justificación necesita el suicida? ¡La vida terrible que lo aplasta! Que pide entregarse a un sistema, que da amantes y los quita, que lo deja solo, que exige cosas que no puede cumplir. Que cosa más estúpida, morir por falta de dinero o belleza, por no conseguir un trabajo, un problema sin solución con alguien del parentesco, por no encontrar comprensión entre la gente común y corriente. ¿Y no es más estúpido vivir por las mismas causas, cuando todo va bien?

Mas aún ¿podemos llamarle vivir a esta supervivencia diaria? Nacer, crecer para recibir "educación" enfocada a conseguir un trabajo; trabajar para procrear y mantener y comenzar a vivir por la descendencia olvidando la realización propia, y todo para obligar a esa descendencia a repetir el ciclo (idénticos en ello a los animales, que viven para sobrevivir, sobreviven para prolongar la especie, y mueren sin mas mérito que haber transmitido sus genes a una cadena ininterrumpida hasta la extinción). No conozca a nadie que haya escapado, solo algunos que han burlado temporalmente esa ley, destino humano o divino o animal, y han logrado conmover la historia por un segundo, para que sus obras se vuelvan grandes, y luego caigan en manos de vulgares, y sea su grandeza mayor motivo de humillación. Su legado no es solo la transmisión de sus genes, no se dedican solamente a procrear para mantener algo de sí con vida. Su herencia verdadera es la belleza y la verdad que puedan dejar y persista en las memorias, en los libros, en los medios. Pero entonces, al ser accesibles para quienes no entienden, pero se vanaglorian de "conocer", quedarán manchados.


¿Y qué hay de esos pequeños desconocidos, que luchan y mueren devorados
por el vulgo, por las pretensiones comunes, por los simples menesteres de la satisfacción de las necesidades más básicas? Son discapacitados, inadaptados, que no saben sobrevivir si no es con ayuda de otros, con sensibilidades que se aplastan fácilmente al ver la fealdad ridícula de la vida, del humano, la crueldad de que son capaces sus congéneres. Su único valor es no poder ser llamados mediocres, pues son menos aún que los mediocres mismos.


La muerte no es tan amarga para ellos, la ansían sin atreverse a llamarla, la adoran, la reflejan, y vuelan circundándola como insectos embelesados alrededor de una luz fatal, sin atreverse a tocarla. Cuán afortunados serían si encontraran uno como ellos, pero el destino se empeña en ponerlos separados, en no dejarlos encontrarse, para que no encuentren nunca una mirada comprensiva, una mano a la cuál aferrarse, y no inventen con su ingenio un motivo para seguir con vida.

La muerte es el momento decisivo de la vida. ¿Qué has alcanzado hasta entonces? Morir a tiempo es una de las elegancias más sutiles, más preciosas. Antes o después podría costar caro al artista, al enfermo, a quien tuvo una misión, al triste. La muerte es lo único seguro e inevitable, la única certeza que se nos da. ¿Por qué condenar al suicida? Todos hemos de morir, nos jactamos de ser animales racionales, libres sobre todo. En la muerte también hemos de imprimir nuestra voluntad, ya que no pudimos elegir sobre nuestra vida. La muerte es terrible, la muerte es amable, la muerte tiene muchas caras, al igual que la vida. Quien no ha pensado en vivir diferente, quien no ha pensado alguna vez en morir, no tiene la capacidad para entender al suicida, y no debe juzgarlo.


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