Lisístrata, la famosa obra de teatro de Aristófanes, representada por primera vez en 411 a. C., se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado y pacífico a favor de la paz. (*)
Lisístrata cuyo nombre puede traducirse como "la que disuelve el ejército" fue una mujer ateniense que, cansada de que su marido permanezca lejos de su hogar debido a la guerra que enfrentaban Atenas y Esparta, decidió convocar a otras mujeres también hartas de que sus hombres estuvieran más preocupados por la guerra que por su casa y hacerles una propuesta para acabar la guerra del Peloponeso. Todas ellas deberían abstenerse de tener relaciones sexuales con sus maridos o los amantes, mientras estos no decidan terminar de una vez por todas con la guerra. Luego de las dudas iniciales, las mujeres aceptaron y lo juramentaron:
Lisístrata: Lampito, todas las mujeres toquen esta copa, y repitan después de mí: no tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante.
Cleónica: No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante.
Lisístrata: Aunque venga a mí en condiciones lamentables.
Cleónica: Aunque venga a mí en condiciones lamentables. (¡Oh Lisístrata, esto me está matando!)
Lisístrata: Permaneceré intocable en mi casa.
Cleónica: Permaneceré intocable en mi casa.
Las mujeres mayores tomaron la Acrópolis donde se guardaba el dinero de la ciudad, impidiendo que sea utilizado con fines militares. Nadie pudo echarlas del lugar pese a los intentos, logrando ellas finalmente que se firme la paz y los hombres vuelvan a sus casas.
*.- Esta historia viene al caso porque no es la primera vez que surgen seguidoras de Lisístrata en pleno siglo XXI haciendo un llamado a la huelga de sexo para dirimir asuntos políticos, o buscar la paz o reconciliación entre dos bandos.
Y podrían pasar como anecdóticas si no pusieran sobre la mesa la reflexión sobre el poder y la sexualidad, territorios en los cuales hasta ahora las mujeres hemos tenido la desventaja, en la medida en que nuestra sexualidad es sujeta del control de numerosos mecanismos sociales y culturales, discursos y normas destinados a disciplinarnos. El campo de la sexualidad de las mujeres no es por tanto un territorio autónomo sobre el que podemos transitar con libertad y decidir sin ninguna restricción lo que deseamos o no. Veamos sin más la oposición que existe cuando se trata de decidir sobre nuestros cuerpos, decidir si terminamos con un embarazo no deseado, o de vivir libre y abiertamente nuestra sexualidad...
(*) Ahí queda la reflexión ... no usemos las propias mujeres una baza que queremos eliminar desde hace siglos ... me lleva los demonios!
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