La noción de pecado es tan antigua como la humanidad misma, está ligada, en primer lugar, al surgimiento del pensamiento mágico, que busca explicaciones a los fenómenos de la naturaleza y que después se va transformando en pensamiento religioso. En segundo lugar, a las necesidades de convivencia colectiva de los seres humanos.
El pecado, que puede tener otros nombres, según las diferentes ideas religiosas, representa siempre una trasgresión. Trasgresión a las leyes de la naturaleza, de la convivencia social o de las ideas religiosas dominantes.
La iglesia Católica Romana, que trabajó arduamente durante varios siglos para sistematizar su dogmática, hizo una clasificación de los pecados según su gravedad, el daño ocasionado, o la intencionalidad. Así, desde el pecado original, que era el menos grave, pues era expiar la culpa de nuestros primeros padres (Adán y Eva); hasta los pecados mortales, que se consideraban los mas graves y tenían como pena la condenación eterna en forma automática.
Hubieron siete pecados que agrupados se denominaron “Capitales”, en alguna época se les consideró mortales y luego se les denominó “Cardinales”. Estos son: La Soberbia, La Lujuria, La Avaricia, , La Ira, La Gula, La Envidia y La Pereza.
Estos siete pecados tienen de común denominador, que son desviaciones de nuestra personalidad, que deforman necesidades humanas y las convierten en conducta pecaminosa.
Los “siete pecados capitales” se consideran como un conjunto de vicios opuestos a la enseñanza moral que el Catolicismo y el Cristianismo transmiten. Cada uno de ellos fue recopilado y clasificado por San Gregorio Magno (540 – 604 d.C.), también conocido como Gregorio I, el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica.
Posteriormente, el poeta italiano, Dante Alighieri, los integró en la redacción de “La Divina Comedia” (c.1308-1321), un poema teológico considerado hoy en día una obra maestra de la literatura italiana y mundial. También otros artistas europeos tuvieron su parte en la promulgación de estos pecados capitales, gracias a la idea de utilizarlos como fuentes de inspiración en sus grandes obras.
Mas allá de ésto, la comunidad religiosa ha debatido durante años el verdadero contenido de los mismos llegándose, en muchos casos, a diferentes interpretaciones con sus respectivos castigos.
El primero en encabezar la lista, la lujuria, ha sido definido como aquel pecado que incluye pensamientos o deseos obsesivos o excesivos de naturaleza sexual o en palabras de Dante, “el amor excesivo por los demás”. El castigo correspondiente a la lujuria incluye el ser asfixiado en fuego y azufre.
La gula, el segundo vicio, ha sido interpretado como el consumo excesivo de comida y bebida aunque antiguamente se utilizaba para señalar toda clase de exceso. Aquellos que cometieran este pecado serian forzados a comer ratas, sapos, lagartijas y serpientes vivas.
La avaricia ha sido considerada como un pecado muy similar a la lujuria o a la gula pero aplicada a la adquisición de riquezas en particular. Su castigo, el ser colocado en aceite hirviendo.
La pereza, ha sido catalogada como la “tristeza de ánimo” que nos aparta de las obligaciones espirituales o divinas. La misma nos llevaría a una fosa con serpientes.
La ira ha sido descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enojo. El resultado de este acto seria el desmembramiento.
La envidia, el sexto pecado capital, se relaciona con la avaricia, sin embargo, la envidia desea algo que alguien más tiene, y que percibe que hace falta. Este pecado se castiga sumergiendo al acusado en agua helada.
Por ultimo, la soberbia o el orgullo, el deseo por ser más importante o atractivo que los demás, es considerado el más grave de los pecados capitales y fuente de los mismos. El mismo era penalizado con el cruel método de tortura conocido como “La rueda”.
Hoy en día, la iglesia emitió un nuevo listado de pecados capitales: acordes al mundo globalizado en el que vivimos.
No contaminarás el medio ambiente.
No provocarás injusticia social.
No causarás pobreza.
No te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común.
Y no consumirás drogas.
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