"Todos estamos en el arroyo, pero algunos miramos hacia las estrellas"
Esta cita de El abanico de lady Windermere, una obra de teatro
que Wilde estrenó en Londres en 1892, nos remite a la importancia
de la propia perspectiva, independientemente de cuáles
sean nuestras circunstancias.
Hay personas que aparentemente lo tienen todo en la vida
—salud, belleza, dinero, libertad— y son profundamente desdichadas
porque fijan su atención en aquello que les falta, o simplemente
no saben lo que quieren en la vida.
Otras, en cambio, viven una situación dura y adversa pero
son capaces de mirar hacia aquel rincón de su jardín sombrío
que está bañado por un rayo de sol.
Una luchadora de los imposibles que no necesita presentación,
Helen Keller, explicaba así su secreto para no dejar nunca
de mirar hacia las estrellas:
Abro las puertas de mi ser a todo lo bueno, y las cierro celosamente
ante todo lo malo. Esta fuerza bella y terca me permite
enfrentarme a cualquier obstáculo.Nuncame siento desanimada
por la ausencia de cosas buenas. La duda y la incredulidad
son solo el pánico de una imaginación tímida. Todo se puede conquistar con un corazón firme y una mente abierta.
HELEN KELLER |
"No soy tan joven para saberlo todo"
La experiencia está sobrevalorada. La acumulación de conocimientos
no es sinónimo de sabiduría, ya que a menudo redunda
en todo lo contrario: una persona cargada de teorías y juicios
tiene demasiados filtros a través de los cuales ve la realidad.
El aforismo de Oscar va en esta dirección y nos invita a recuperar
la espontaneidad que teníamos cuando no sabíamos
tantas cosas y, por lo tanto, teníamos muchos menos prejuicios.
Algunos consejos para recuperar este contacto más fresco, juvenil y directo con lo que nos rodea:
• Evitar en lo posible la rutina en el tiempo libre: cambiar
de restaurante, de platos, de sala de cine, de discos...
• Practicar un deporte raro del que casi no sabemos nada.
• Empezar un libro del que no tenemos referencias por el
solo placer de sorprendernos.
• Frecuentar personas fuera de nuestro círculo de amigos.
• Dejar el teléfono y/o la blackberry en casa por unas horas.
• Descubrir en lugar de juzgar.
"El hombre que se ocupa de su pasado no merece tener un porvenir"
Un relato tradicional zen cuenta que un hombre que caminaba
a través de la selva se topó un día con un feroz tigre. Corrió todo
lo que pudo, pero pronto llegó al borde de un acantilado. Desesperado
por salvarse, bajó por una parra y quedó colgando sobre
el fatal precipicio. Mientras estaba allí colgado, dos ratones
aparecieron por un agujero del acantilado y empezaron a roer la
parra. De pronto, el hombre vio un racimo de uvas. Las arrancó
y se las llevó a la boca. ¡Eran las más deliciosas que había probado
en su vida!
Esta fábula ilustra de manera radical lo difícil que nos resulta
anclarnos al presente. Personas que han consumido la vida
pronosticando —deseos y miedos— y reviviendo los fantasmas
del pasado descubren en su lecho de muerte que lo único que
tenían es el momento que se escapa de sus manos y que no han
sabido disfrutar.
Los hedonistas como Oscar Wilde saben que el pasado puede
ser una fuente de sabiduría para las decisiones vitales de la
existencia, siempre que no se convierta en una larga y pesada
sombra que no nos deja ver las maravillas del presente.
Extraido del libro "El coaching de Oscar Wilde" de Allan Percy. Os lo recomiendo, cada una de sus 127 páginas están llenas de sabiduría, y de eso, no nos sobra a nadie, por desgracia...
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