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martes, 15 de abril de 2014

ANNA AJMÁTOVA - RÉQUIEM

No, no estaba bajo un ajeno firmamento,
ni bajo el amparo de unas ajenas alas,
estaba entonces con mi pueblo,
allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba.




Retrato de Anna Ajmátova, Nathan Altman, 1914

RÉQUIEM



EN LUGAR DE UN PRÓLOGO
En los terribles años del terror de Yezhov hice cola durante siete meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me “reconoció”. Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los labios azulados, que naturalmente nunca había oído de mi nombre, despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras y me susurró al oído (allí hablábamos todas en voz baja):
-¿Y usted puede describir esto?
Y yo dije:
-Puedo.
Entonces algo como una sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.
[1ro de Abril, 1957. Leningrado]
DEDICATORIA
Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo “mazmorras de la trena”
y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.
Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
más la esperanza a lo lejos canta cierta…
La sentencia… y las lágrimas brotan de repente,
ya de todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha… vacila… aislada…
¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.
[Marzo, 1940]
INTRODUCCIÓN
Esto fue cuando el que muerto estaba
sólo sonreía, de su paz alegrado.
E inútil, colgante, columpiaba
junto a sus prisiones Leningrado.
Y cuando de tormento enloquecido
el condenado al regimiento marchaba,
y una corta cantinela de despido
el silbido de los trenes cantaba.
Las estrellas de la muerte constantes,
Rusia inocente de dolores repleta
debajo de aquellas botas sangrantes
y las ruedas de las negras furgonetas.
1
Al alba te llevaron,
como a un entierro tras de ti mi salida,
en la oscura alcoba los niños lloraron,
ante el santo quedaba la vela derretida.
En tus labios el frío de un ícono.
Sudor de muerte en la frente no olvido.
Como las mujeres de Streliezki pregono
bajo las torres del Kremlin mi alarido.
[Noviembre, 1935, Moscú]
2
El Don apacible, apacible pasa,
entra la luna amarilla en la casa.
Entra, sesgada su gorrilla,
una sombra ve la luna amarilla.
Esta mujer, su enfermedad,
esta mujer es – soledad.
El marido en la tumba, el hijo en prisión,
rezad por mí una oración.
[1938]
3
No, no soy yo, es otra la que sufre.
Yo no podría. Que ensombren
lo ocurrido negros velos
y retiren los faroles…
Noche.
[1939]
4
Si te hubieran dicho, bromeadora,
la preferida de todos los amigos,
de Tsarkoie Selo alegre pecadora,
lo que sucedería en la vida contigo.
Cómo las trescientas, con tus presentes,
ante “Las Cruces” en fila esperas
y cómo con tus lágrimas ardientes
del año nuevo el hielo derritieras.
Cómo de la prisión el álamo se mece
y no se oye nada – pero cuánta
vida inocente allí fenece…
[1938]
5
Diecisiete meses grito,
a la casa te reclamo,
al verdugo ayer suplico,
por ti mi hijo y mi espanto.
Todo se enreda sin nombre
ya no sé diferenciar
quien es la bestia o el hombre,
si la ejecución he de esperar.
Sólo flores polvorientas,
incensario, tintineo, huellas
a cualquier y a ninguna parte.
A los ojos me mira lanzada
y de pronto desastre me amenaza
una estrella gigante.
6
Las semanas en un vuelo acaban,
de lo ocurrido no sé dar razón.
Cómo, hijo mío, en la prisión
las noches blancas te miraban
cómo ellas vuelven a verte
con ojo ardiente de azor,
de tu alta cruz en redor
hablan – y sobre la muerte.
[Primavera de 1939]
7
El veredicto
Y cayó la palabra petrificada
en mi pecho vivo todavía.
No importa, de hecho estaba preparada,
fuera como fuere, lo superaría.
No es hoy para mí día de calma:
necesito acabar con la memoria,
necesito petrificar el alma,
necesito recomenzar mi historia –
si no… el caliente susurro del verano,
tal fiesta viene a mi ventana abierta.
Lo había presentido ha ya lontano –
un día radiante y la casa desierta.
[22 de junio, 1939 – Casa Fontanka ] 

(...)


ANNA  AJMÁTOVA 
(Rusia, 1889-1966)

Escritora, poeta y traductora.

Poeta de gran influencia en la poesía rusa. Su famosa obra maestra Requiem (1935-1940) expone el terror estalinista. Su trabajo toca varios temas que incluyen el tiempo y la memoria, el destino de la mujer creadora y las dificultades para vivir y escribir bajo el régimen de Stalin, y especialmente las tribulaciones de las mujeres que esperaban pacientemente, aunque con gran dolor e impotencia, fuera de los muros de la prisión, para enviar un mensaje o un pan a sus maridos, hijos o amantes.


Luego de la muerte de Stalin, la importancia del trabajo poético de Ajmátova fue reconocida a regañadientes, incluso por los oficiales del partido, y se publicó una edición censurada de su obra, aunque su obra Requiem nunca fue publicada en la Unión Soviética.


Su notoriedad aumentó luego de su muerte, y fue en su centenario que, Requiem, uno de los grandes pilares de la poesía del siglo XX, finalmente fue publicado en su tierra natal. 


"Unos van por un sendero recto,
otros caminan en círculo,
añoran el regreso a la casa paterna
y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
llevo conmigo el infortunio,
voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
como un tren sobre el abismo."



***


1 comentario:

José Valle Valdés dijo...

Muy buen poesía, amiga. Gracias por compartírnosla.

Abrazos