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lunes, 2 de julio de 2012

EL OFICIO DE VIVIR - CESARE PAVESE





[..] Es preciso haber sentido la manía de la autodestrucción. No hablo del suicidio: gente como nosotros, enamorada de la vida, de lo imprevisto, del placer de "contarla", sólo puede llegar al suicidio por imprudencia. Y además, el suicidio aparece ya como uno de esos heroísmos míticos, de esas fabulosas afirmaciones de una dignidad del hombre ante el destino, que interesan estatuariamente, pero que nos dejan abandonados a nosotros mismos.


El autodestructor es un tipo más desesperado y utilitario al tiempo. El autodestructor se esfuerza por descubrir en su interior cualquier lacra, cualquier cobardía, y por favorecer estas disposiciones a la anulación, buscándolas, embriagándose con ellas, disfrutándolas. El autodestructor está en definitiva más seguro de sí que cualquier vencedor del pasado, sabe que el hilo del apego al mañana, a lo posible, al prodigioso futuro, es un cable más fuerte -tratándose del último empujón- que no sé cuál fe o integridad.

El autodestructor es sobre todo un comediante y un dueño de sí. No desperdicia ninguna oportunidad de sentirse y de probarse. Es un optimista. Lo espera todo de la vida, y se va afinando para producir bajo las manos del caso futuro los sonidos más agudos o significativos.

El autodestructor no puede soportar la soledad. Pero vive en un continuo peligro: que lo sorprenda una manía de construcción, de ordenación, un imperativo moral. Entonces sufre sin remisión, y podría incluso matarse.

Es preciso observar bien esto: en nuestros tiempos el suicidio es un modo de desaparecer, se comete tímidamente, silenciosamente, chatamente. No es ya un hacer, es un padecer.

¿Quién sabe si volverá aún al mundo el suicidio optimista?

De lo cual se aprende que el único modo de huir del abismo es mirarlo y medirlo y sondearlo y bajar a él.

Es de una desolación tonificante -como una mañana invernal- el padecer una injusticia. Eso hace retoñar, según nuestros más celosos deseos, la fascinación de la vida; devuelve el sentido de nuestro valor frente a las cosas; adula. 

Mientras que sufrir por puro azar, por una desgracia, es envilecedor. Lo he probado, y quisiera que la injusticia que la ingratitud hubieran sido mayores. 

Para la humildad. Es tan raro, sin embargo, sufrir una hermosa y total injusticia. Son tan tortuosos nuestros actos. En general, siempre encontramos que un poco de culpa la tenemos también nosotros, y adiós mañana invernal.

CESARE PAVESE

Este fragmento pertenece al diario de Cesare Pavese El Oficio de vivir.



"...Oh, amada esperanza, aquel día sabremos, también, que eres la vida y eres la nada..." 



Poema maravilloso, triste, muy triste, pero una belleza:

"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

esta muerte que nos acompaña

desde el alba a la noche, insomne,

sorda, como un viejo remordimiento

o un absurdo defecto. Tus ojos

serán una palabra inútil,

un grito callado, un silencio.

Así los ves cada mañana

cuando sola te inclinas

ante el espejo. Oh, amada esperanza,

aquel día sabremos, también,

que eres la vida y eres la nada.



Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como dejar un vicio,

como ver en el espejo

asomar un rostro muerto,

como escuchar un labio ya cerrado.

Mudos, descenderemos al abismo"


(cesare pavese)

1 comentario:

Severo Zamora Hermosillo dijo...

Pavese quizá no le tocó saber de los suicidios que se anuncian a los cuatro vientos porque su propósito no es el de parecer una renuncia ni una autodestrucción; su propósito consiste en la banalidad de las propuestas de vida y que ofrecen una respuesta última como algo digno y último en el suicida festivo.