ALEIDA MARCH y CHE GUEVARA una historia de amor y balas con 4 frutos que siguen el camino que ellos sembraron.
En su Cuba natal, Aliucha, Camilo, Celia y Ernesto.
"Adiós, mi única, no tiembles ante el hambre de los lobos / ni en el frío estepario de la ausencia / del lado del corazón te llevo / y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume" ... Le escribió el Che a Aleida en una de sus tantas despedidas, siempre pensando que podría ser la última, como lo fue cuando partió para Bolivia.
Luego Aleida cuenta la vida de él y la que llevaron juntos, publica un libro preciosísimo Evocación.
Intimidades, poesías y cartas inéditas, en las memorias de la viuda del Che. Al leerlos, se entiende mejor la psicología de un hombre que fue inflexible consigo mismo y antepuso la revolución a su propia vida.
Evocación es un acercamiento humano a la figura del Che por la mujer que estuvo a su lado durante ocho años y con quien tuvo cuatro hijos, un testimonio excepcional de la persona que más sabe de las satisfacciones y sinsabores de convivir con un héroe guerrillero para el que la revolución fue siempre lo primero.
"El Che volvía tarde a casa, a las tres o cuatro de la madrugada, a veces a las seis. Dormía sólo cinco o seis horas diarias. ¡Imagínese! ¡Estaba construyendo una nueva sociedad! ¡No podía dedicarse al hogar y a la casa!", dice, sin reproches, Aleida March (Manicaragua, 1936), en vísperas de la presentación del libro.
Cuenta que llevaban sólo diez días de casados cuando, el 12 de junio de 1959, el Che salió de gira por los países del Pacto de Bandung. Era un viaje largo, de tres meses, y por ello le pidió que la llevara como su secretaria, lo que realmente era en Cuba. "Fue el momento en que comencé a conocerlo con mayor profundidad, cuando me argumentó que además de secretaria era su esposa y que se vería como un privilegio, porque los otros no podían hacerse acompañar de sus compañeras". Aleida no oculta el dolor que sintió en aquel momento: "Antes de despedirnos fuimos a ver a Fidel a su casa y éste también trató de convencerlo de que me llevara, pero no aceptó. Comenzó mi llanto, un llanto que siempre me reprochó".
Éstas y otras anécdotas similares no las escribe Aleida desde el reproche de esposa, sino desde el amor y la relación que tuvo con él como compañera de armas y de revolución.
El nacimiento de la primera hija de ambos, Aleida Guevara March, el 24 de noviembre de 1960, cogió al Che en una "misión" por el campo socialista, durante la cual firmó los primeros convenios comerciales de Cuba con esos países. El Che quería que fuese niño y había elegido hasta el nombre con Aleida. Se llamaría Camilo, en honor de su compañero de lucha y amigo Camilo Cienfuegos. "En tono jocoso y con su ironía habitual, me envió un telegrama en el que decía que si era niña la tirara por el balcón", escribe. Estando en Shanghai supo del nacimiento de la niña y le envió una postal, ahora publicada por primera vez. Le dice: "Tú siempre empeñada en hacerme quedar mal. Bueno, de todas maneras un beso a cada una y recuerda: a lo hecho pecho. Abrazos. Che".
Sin referirse a ello directamente, Aleida desmiente en Evocación que la partida de Cuba de su esposo se debiera a discrepancias con Fidel Castro, como han dicho varios de sus biógrafos.
Se publica la carta que envió a Armando Hart desde Tanzania en 1965, meses antes de comenzar su aventura boliviana. En ella propone la introducción en la isla de un nuevo plan de estudios sobre filosofía, debido a las dificultades que él mismo acababa de pasar para estudiar esta materia. "En Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además suelen ser muy malos", dice el Che; su voz es la de alguien comprometido, que no ha tirado la toalla.
Los encuentros clandestinos de la pareja en Tanzania y Praga, poco después de la fracasada experiencia guerrillera del Congo, son momentos duros. En enero de 1966, al llegar a Tanzania disfrazada y después de un viaje con varias escalas, Aleida temblaba: "Llegué muy nerviosa, en un mar de dudas y con una incógnita mayor que la esfinge que había dejado atrás en El Cairo. Sin embargo, ese estado desapareció de inmediato, al darme cuenta de que era él, y que ya estábamos juntos de nuevo". A los cuatro meses, de nuevo luchó por reunirse en Praga con él, pese a las dudas del Che. Antes de encontrarse, Aleida recibió una carta de su esposo: "Dos letras. No es verdad que no quiera verte ni que huyera. (...) Vine para impulsar las cosas y ya se han impulsado algo; no creí bueno que vinieras porque podrían detectarte (checos o enemigos), porque se notaría nuevamente tu ausencia de Cuba, porque cuesta plata y porque me afloja las patas. Si Fidel quiere que vengas, que los pese él (los factores que pueden interesarle) y decida...".
"El Che volvía tarde a casa, a las tres o cuatro de la madrugada, a veces a las seis. Dormía sólo cinco o seis horas diarias. ¡Imagínese! ¡Estaba construyendo una nueva sociedad! ¡No podía dedicarse al hogar y a la casa!", dice, sin reproches, Aleida March (Manicaragua, 1936), en vísperas de la presentación del libro.
Cuenta que llevaban sólo diez días de casados cuando, el 12 de junio de 1959, el Che salió de gira por los países del Pacto de Bandung. Era un viaje largo, de tres meses, y por ello le pidió que la llevara como su secretaria, lo que realmente era en Cuba. "Fue el momento en que comencé a conocerlo con mayor profundidad, cuando me argumentó que además de secretaria era su esposa y que se vería como un privilegio, porque los otros no podían hacerse acompañar de sus compañeras". Aleida no oculta el dolor que sintió en aquel momento: "Antes de despedirnos fuimos a ver a Fidel a su casa y éste también trató de convencerlo de que me llevara, pero no aceptó. Comenzó mi llanto, un llanto que siempre me reprochó".
Éstas y otras anécdotas similares no las escribe Aleida desde el reproche de esposa, sino desde el amor y la relación que tuvo con él como compañera de armas y de revolución.
El nacimiento de la primera hija de ambos, Aleida Guevara March, el 24 de noviembre de 1960, cogió al Che en una "misión" por el campo socialista, durante la cual firmó los primeros convenios comerciales de Cuba con esos países. El Che quería que fuese niño y había elegido hasta el nombre con Aleida. Se llamaría Camilo, en honor de su compañero de lucha y amigo Camilo Cienfuegos. "En tono jocoso y con su ironía habitual, me envió un telegrama en el que decía que si era niña la tirara por el balcón", escribe. Estando en Shanghai supo del nacimiento de la niña y le envió una postal, ahora publicada por primera vez. Le dice: "Tú siempre empeñada en hacerme quedar mal. Bueno, de todas maneras un beso a cada una y recuerda: a lo hecho pecho. Abrazos. Che".
Sin referirse a ello directamente, Aleida desmiente en Evocación que la partida de Cuba de su esposo se debiera a discrepancias con Fidel Castro, como han dicho varios de sus biógrafos.
Se publica la carta que envió a Armando Hart desde Tanzania en 1965, meses antes de comenzar su aventura boliviana. En ella propone la introducción en la isla de un nuevo plan de estudios sobre filosofía, debido a las dificultades que él mismo acababa de pasar para estudiar esta materia. "En Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además suelen ser muy malos", dice el Che; su voz es la de alguien comprometido, que no ha tirado la toalla.
Los encuentros clandestinos de la pareja en Tanzania y Praga, poco después de la fracasada experiencia guerrillera del Congo, son momentos duros. En enero de 1966, al llegar a Tanzania disfrazada y después de un viaje con varias escalas, Aleida temblaba: "Llegué muy nerviosa, en un mar de dudas y con una incógnita mayor que la esfinge que había dejado atrás en El Cairo. Sin embargo, ese estado desapareció de inmediato, al darme cuenta de que era él, y que ya estábamos juntos de nuevo". A los cuatro meses, de nuevo luchó por reunirse en Praga con él, pese a las dudas del Che. Antes de encontrarse, Aleida recibió una carta de su esposo: "Dos letras. No es verdad que no quiera verte ni que huyera. (...) Vine para impulsar las cosas y ya se han impulsado algo; no creí bueno que vinieras porque podrían detectarte (checos o enemigos), porque se notaría nuevamente tu ausencia de Cuba, porque cuesta plata y porque me afloja las patas. Si Fidel quiere que vengas, que los pese él (los factores que pueden interesarle) y decida...".
En octubre de 1966, el último encuentro de Ernesto Guevara con Aleida y sus hijos, en una casa de seguridad en La Habana antes de partir hacia Bolivia, fue especialmente amargo. El Che estaba "transformado ya en el viejo Ramón", calvo y con unas gruesas gafas y aparentaba tener unos 60 años. Quería despedirse de sus hijos. "Cuando llegaron los niños, les presenté a un uruguayo muy amigo de su papá que quería conocerlos. (...) Tanto para el Che como para mí fue un momento muy difícil, en particular para él en extremo doloroso, porque estar tan cerca de ellos y no podérselo decir, ni tratarlos como deseaba, lo ponía ante una de las pruebas más duras por las que había tenido que pasar".
De esa casa, el Che salió hacia el aeropuerto. Ella no lo vio nunca más.
De esa casa, el Che salió hacia el aeropuerto. Ella no lo vio nunca más.
2 comentarios:
HAY QUE TENER UN INMENSO AMOR HACIA LA HUMANIDAD PARA ENTREGARSE EN CUERPO Y ALMA COMO LO HIZO EL CHE.
HASTA SIEMPRE COMANDANTE...-......
Bonito relato, casi podria ser unminicuento. De verdad, si todos los articulos fueran de esta calidad internet seria mucho mejor. Sigue asi!!
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