"No entiendo. Esto es tan vasto que supera cualquier entender. Entender es siempre limitado. Pero no entender puede no tener fronteras. Siento que soy mucho más completa cuando no entiendo. No entender, del modo en que lo digo, es un don. No entender, pero no como un simple de espíritu. Lo bueno es ser inteligente y no entender. Es una bendición extraña, como tener locura sin ser demente. Es un manso desinterés, es una dulzura de estupidez. Sólo que de vez en cuando viene la inquietud: quiero entender un poco. No demasiado: pero por lo menos entender que no entiendo".
(Descubrimientos, Crónicas inéditas)
Entre el 19 de agosto y el 29 de diciembre, Clarice Lispector escribió crónicas para el Jornal do Brasil.
El primer volumen en castellano fue publicado por Adriana Hidalgo editora bajo el título Revelación de un mundo en el 2004 y posteriormente el segundo volumen, Descubrimientos, fue publicado en el 2010.
Estos Descubrimientos completan sus crónicas publicadas en el Jornal do Brasil, cada sábado, entre el 19 de agosto de 1967 y el 29 de diciembre de 1973.
Redactadas a continuación del accidente que la desfigura y casi despoja de una de sus manos y poco antes del diagnóstico del cáncer de ovarios que la mata. "Lo que pasó fue muy triste y prefiero no pensar en ello".
Ella misma confesó que no le fue fácil adaptarse al género, dado que no sabía bien si la crónica era una historia, una conversación o una especie de revelación. Temía que el hecho de escribir tanto y tan a menudo "contaminara sus palabras". Temía volverse demasiado personal, y la demanda de cumplir las condiciones de una columna semanal la preocupaban. Pero a medida que tomó confianza, se terminó adaptando al género.
Textos heterogéneos, muchas veces inclasificables e inesperados, que revelan en cada línea la compleja escritura y personalidad de su autora.
El amor, el tiempo, la muerte, bajo dimensiones pocas veces exploradas con tanta maestría, son algunos de los temas que aparecen en estos textos que permanentemente desafían el concepto de crónica o, más bien, que las convierten en un género cuyas fronteras Clarice ha borrado por su propia escritura.
En Revelación de un mundo Clarice afirma "Avísenme si empiezo a convertirme en demasiado yo misma. Es mi tendencia. Pero soy también objetiva. Tanto que logro volver lo subjetivo de los hilos de la araña en palabras objetivas".
A continuación, algunas crónicas del segundo volumen que fueron recopiladas en el libro Descubrimientos:
19 de agosto
No sentir
"El hábito le ha amortiguado las caídas. Pero sintiendo menos dolor, perdió la ventaja del dolor como aviso y síntoma. Hoy en día vive incomparablemente más sereno, pero su vida corre gran peligro: puede estar a un paso de estar muriendo, a un paso de haber muerto ya, y sin el beneficio de su propio aviso previo".
5 de febrero
En busca del placer
"Y tanto sufrimiento por estar, a veces sin ni siquiera saber, a la caza de placeres. No sé cómo esperar que ellos vengan solos. Y es tan dramático: basta mirar en una boite a media luz a los otros: la búsqueda del placer que no viene solo y de sí mismo. La búsqueda del placer me ha sido como agua mala: pego la boca y siento el pico herrumbrado, caen dos gotas de agua tibia: es el agua seca. No, antes el sufrimiento legítimo que el placer forzado".
Darse por fin
"El placer es abrir las manos y dejar correr sin avaricia el pleno vacío que encarnizadamente se estaba prendiendo. Y de súbito el sobresalto: ¡ah, abrí las manos y el corazón, y no estoy perdiendo nada! Y el susto: ¡despierta, pues existe el peligro de que el corazón esté libre!
Hasta que se percibe que en ese explayarse está el muy peligroso placer de ser. Pero llega una seguridad extraña: siempre ha de tenerse que gastar. No tener, pues, avaricia con ese vacío pleno: gastarlo".
" Hay un tipo de llanto bueno y hay otro malo. El malo es aquel en el que las lágrimas corren sin parar y, sin embargo, no dan alivio. Sólo escurren y se agotan. Una amiga, entonces, me preguntó si no sería ese llanto como el de un niño con la angustia del hambre. Sí. Cuando se está cerca de ese tipo de llanto, es mejor buscar contenerse: no servirá de nada.Es mejor intentar hacerse fuerte y enfrentar. Es difícil, pero aun menos que ir quedando exangüe hasta el punto de empalidecer. Pero no siempre es necesario hacerse fuerte. Tenemos que respetar nuestra debilidad. Entonces, son lágrimas suaves, de una tristeza legítima a la que tenemos derecho. Ellas corren despacio y cuando pasan por los labios se siente ese gusto salado, límpido, producto de nuestro dolor más profundo. Que el hombre llore, conmueve. Él, el luchador, reconoció su lucha a veces inútil. Respeto mucho al hombre que llora. Yo vi a un hombre llorar".
(Descubrimientos. Crónicas Inéditas)
***
11 de mayo de 1968
Las tres experiencias
[…]
Y nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo. Yo tuve desde la infancia varias vocaciones que me llamaban ardientemente. Una de las vocaciones era escribir. Y no sé por qué, fue ésta la que seguí. Tal vez porque para las otras vocaciones necesitaría un largo aprendizaje, mientras para escribir el aprendizaje es la propia vida viviendo en nosotros y alrededor de nosotros. Es que no sé estudiar. Y, para escribir, el único estudio es el escribir mismo. Me adiestré desde los siete años de edad para tener un día la lengua en mi poder. Y, sin embargo, cada vez que voy a escribir, es como si fuera la primera vez. Cada libro mío es un estreno penoso y feliz. Esta capacidad de renovarme toda a medida que el tiempo pasa es lo que yo llamo vivir y escribir.
[…]
Siempre me quedará amar. Escribir es algo tremendamente fuerte pero que me puede traicionar y abandonar: puedo un día sentir que ya escribí lo que es mi parte en este mundo y que debo aprender también a parar. En escribir no tengo ninguna garantía.
[…]
Quiero renacer siempre. Y en la próxima reencarnación voy a leer mis libros como una lectora común e interesada, y no sabré que en esta reencarnación fui yo quien los escribió.
Me está faltando un aviso, una señal. ¿Llegará como intuición? ¿Vendrá al abrir un libro? ¿Vendrá esta señal cuando yo me encuentre escuchando música?
Una de las cosas más solitarias que conozco es carecer de la premonición.
(Descubrimientos. Crónicas Inéditas)
Tanta mansedumbre
" Pues en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.
Pero también estoy inquieta. Yo estaba organizada para consolarme de la angustia y del dolor. Pero cómo es que me arreglo con esa simple y tranquila alegría. Es que no estoy acostumbrada a no necesitar de mi propio consuelo. La palabra consuelo me llegó sin sentir, y no lo noté, y cuando fui a buscarla, ella se había transformado ya en carne y espíritu, ya no existía más como pensamiento.
Voy entonces a la ventana, está lloviendo mucho. Por hábito estoy buscando en la lluvia lo que en otro momento me serviría de consuelo. Pero no tengo dolor que consolar.
Ah, lo sé. Ahora estoy buscando en la lluvia una alegría tan grande que se torne aguda, y que me ponga en contacto con una agudeza que se parezca a la agudeza del dolor. Pero es una búsqueda inútil. Estoy frente a la ventana y sólo ocurre eso: veo con ojos benéficos la lluvia, y la lluvia me ve de acuerdo conmigo. Ambas estamos ocupadas en fluir. ¿Cuánto durará mi estado? Percibo que, con esta pregunta, estoy palpando mi pulso para sentir dónde está el latir dolorido de antes. Y veo que no está el latido de dolor.
Sólo eso: llueve y estoy mirando la lluvia. Qué simplicidad. Nunca creí que el mundo y yo llegáramos a este punto de acuerdo. La lluvia cae no porque me necesite, y yo la miro no porque necesite de ella. Pero nosotras estamos tan juntas como el agua de lluvia está ligada a la lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. Si, después de nacer, no hubiera tomado involuntaria y forzadamente el camino que tomé, yo habría sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo donde llueve. Sin siquiera dar las gracias a Dios o a la naturaleza. La lluvia tampoco da las gracias. No hay nada que agradecer por haberse transformado en otra. Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tal vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa".
(Descubrimientos. Crónicas de Clarice Lispector (1920 Ucrania - 1977 Rio de Janeiro)