Alfonsina es uno de los iconos de la literatura posmodernista. Con una infancia difícil y con carencias y luego una vida con recurrentes enfermedades, su poesía está impregnada de lucha, audacia, amor y una reivindicación del género femenino.
Alfonsina tuvo leales amigos entre los escritores y artistas coetáneos que la apoyaron con su afecto y no sólo valoraron la obra, sino a la mujer valiente que militaba en pos de mayor equidad y justicia en una sociedad de hombres resistiendo en un medio hostil y discriminador.
Alguna vez, andando por la vida,
por piedad, por amor,
como se da una fuente, sin reservas,
yo di mi corazón.
Y dije al que pasaba, sin malicia,
y quizá con fervor:
-Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.
Y tan pronto lo dije, como un eco
ya se corrió la voz:
-Ved la mala mujer esa que pasa:
Ha dado el corazón.
De boca en boca, sobre los tejados,
rodaba este clamor:
-¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
ha dado el corazón!
Ya está sangrando, sí, la cara mía,
pero no de rubor,
que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!
Me llamaron Alfonsina, nombre árabe que quiere decir dispuesta a todo
Cuando nadie se hubiera atrevido a levantar la voz para enjuiciar las normas impuestas por la sociedad a las mujeres, en ocasiones adoptando un seudónimo, Tao-Lao, ella se permitió escribir, con derroche de ironía, artículos en revistas de amplia difusión, cuadros, pinceladas, bosquejos de la sociedad, intentando despertar conciencias, poniendo al desnudo tales situaciones en donde dejaba expuestas las circunstancias limitativas y mezquinas de la gente.
En esa época no era común que la mujer escribiera, y si lo hacía era necesario que se ajustara a las formas tradicionales, sin sobrepasar los límites que dividían al amor ingenuo del deseo puro, escondiéndolas bajo expresiones sentimentales que no resultaren peligrosas para el público asustadizo.
Aunque Alfonsina escribió dentro de ese estilo tan particular, también es cierto que ellos nacen de profundos temas humanos, de vivencias vividas: El resultado son poemas de tono íntimo y doméstico, donde también sobresalen temas transgresores como el deseo femenino (criticado duramente por la crítica tradicional), la doble moral a la que está sometida la virginidad de la mujer, la igualdad erótica entre los sexos y el derecho de independencia de ellas, la posición subordinada y el legado de silencio heredado por las mujeres, y la obsesión por la muerte.
*HOMBRE PEQUEÑITO, HOMBRE PEQUEÑITO...
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario, que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala;
no me pidas más.
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Frente a su propia naturaleza femenina, su rebeldía contra una sociedad conservadora e hipócrita respecto a las mujeres, puso en emergencia el derecho a disponer del propio cuerpo y a hacer uso de la voz silenciada y censurada por generaciones.
Esa sociedad que educa la mirada para disimular la pasión sorprendida por el varón. La mujer que se perfila en este medio es sensual, reprimida y de limitado horizonte cultural. Su vida se proyecta junto al hombre que la llevará al altar, a quien amará y para quien ella prodigará su cuerpo, proporcionándole placer y procreando hijos. Sabe también que junto al hombre, por su propia felicidad, cuanto menos ponga a funcionar su capacidad intelectual, más logrará armonizar con él.
Alfonsina Storni era un hombre que había tenido la desgracia de nacer mujer. ¿Por qué? Porque, decían, tenía una mente varonil: para que nos entendamos, Alfonsina vivía libremente, como vivían los hombres, y para eso nacer mujer era una verdadera desgracia en su época.
Además de ser de las primeras mujeres en aparecer en el mundo cultural argentino de entonces, y de ser considerada una igual, Alfonsina hizo algo poco común en las mujeres de su época, quizá lo que le marcó de por vida: tuvo un hijo ilegítimo.
Son muchas las mujeres de su tiempo que se atrevieron a vivir un amor tan apasionado como políticamente incorrecto, y se enamoraban de hombres casados que no estaban dispuestos a abandonar su estatus social, su familia, su trabajo y su reputación. De modo que las mujeres que se enamoraban del hombre menos adecuado, renunciaban, por no renunciar a ellos, a su maternidad (y si no renunciaban a la maternidad, renunciaban a la familia).
Se conformaban con el papel de la amante y vivían tormentosamente aquellos amores sin tener nunca hijos bastardos a los que no poder dar ni el apellido del padre ni un padre. Alfonsina Storni se enamoró, como tantas, de un hombre casado y, además, 24 años mayor que ella; a diferencia de las tantas, se quedó embarazada, y a diferencia ya de las pocas tantas que quedaran, decidió seguir adelante: Alejandro Storni, su hijo.
"Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis"
Yo soy como la loba. Quebré con el rebaño Y me fui a la montaña Fatigada del llano. |
Alfonsina Storni. (1892-1938).
A finales del siglo XIX el matrimonio formado por Alfonso Storni y Paulina Martignoli, ambos de nacionalidad suiza, se unió a la ola de inmigrantes europeos que por ese entonces emigraba a la Argentina en busca de un futuro prometedor.
Se instalaron en la ciudad de San Juan y allí nacieron sus dos primeros hijos.
Sin embargo, en 1890 decidieron regresar a su país natal y se asentaron en un pequeño pueblo llamado Sala Capriasca, en la Suiza italiana. Allí nació Alfonsina el 29 de mayo de 1892. Cuatro años después la familia decidió viajar nuevamente a San Juan, donde residirá hasta 1900, año en que se trasladó a la ciudad de Rosario en busca de nuevas oportunidades.
"Te vas Alfonsina con tu soledad ¿qué poemas nuevos fuiste a buscar? Una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y la está llevando. Y te vas hacia allá como en sueños dormida, Alfonsina, vestida de mar."
(Alfonsina y el mar)