Pienso que todos estamos ciegos.
Somos ciegos que pueden ver,
pero que no miran.
José Saramago
Antón Chéjov (1860-1904) es sin duda uno de los grandes escritores de la literatura universal. Cuentista y dramaturgo excepcional, su influencia se ha dejado sentir en ambos géneros literarios, de tal modo que autores tan dispares como Nabokov, Shaw o Miller llegaron a reconocer en algún momento su deuda con el escritor ruso.
Chéjov eludió la exageración dramática buscando el paralelismo entre ficción y vida, con la intención de que sus obras fueran el espejo de los comportamientos humanos de la época. Quería despertar a sus contemporáneos, mostrarles adónde conduce la inacción y el conformismo. Invitarles a hacer algo por sus vidas, luchar por sus sueños.
Por eso su obra es universal, porque sus preocupaciones siguen siendo las nuestras. Conformismo y desgana se ubican cómodamente en la patología social de este siglo. Una voz centenaria nos alerta contra ellos.
Si se quiere disfrutar al Chéjov dramaturgo en plenitud, nada mejor que El Jardín de los Cerezos. La escribió como reflejo de su época, poco antes de morir. Hay que decir que la obra se titula en realidad El huerto de los guindos, pero ya se ha quedado con este nombre, suma y sigue en el enigmático mundo de las traducciones libres.
Liuba Andreievna, terrateniente recién arruinada, vuelve a la casa familiar, al “Jardín de los Cerezos”, el lugar donde vivió desde niña y del que ahora tendrá que desprenderse.
Sobre la pérdida se construirán las nuevas vidas de aquellos cuyos destinos siempre estuvieron ligados al Jardín. Atrás quedan los recuerdos, los viejos empleos, los afectos. Un mundo de esperanzas y nuevas oportunidades surgirá de la desgracia, de la crisis.
Crisis del modelo productivo, de las costumbres, de las rutinas. Arribistas de fortuna fácil sustituyen a ricos arruinados, cambio de roles en la sociedad, trabajadores a punto de perder su modo de vida, el final de una época luchando por alumbrar un nuevo siglo.
Hoy, sin duda, es también reflejo de la nuestra, las coincidencias son relevantes y nos invitan, como ciudadanos comprometidos, a revisitarlas y reflexionar con ellas sobre el sentido de nuestro modelo vital.
La crisis nos envuelve, no sólo desde el aspecto económico sino también en el emocional. Genera decepción, resignación y falta de confianza, a veces miedo, a veces apatía. Una crisis del alma. El estímulo característico de la obras del genial dramaturgo.
Chéjov es un genio universal y como tal nos sirve de maestro de vida, de aquella que magistralmente definía con cada una de sus obras, con cada uno de sus personajes. Quizá ellos y la distancia nos iluminen el camino para enfrentarnos a nuestro presente, a este mundo convulso que estamos obligados a construir entre todos, paso a paso.
La humanización del drama "Chejoviano" pasa ineludiblemente por enfrentar con ternura, amor y una sonrisa, las desgracias y avatares de los personajes. No en vano Chejov describe "El Jardín de los Cerezos" como una comedia, en un intento de desdramatizar una situación de crisis, tanto económica como emocional.