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sábado, 11 de enero de 2014

EDITH SÖDERGRAN - LA CONDICIÓN

Buscabas una flor
y hallaste un fruto.
Buscabas una fuente
y hallaste un mar.
Buscabas una mujer
y hallaste un alma:
estás decepcionado.






Sin acción
no puedo vivir,
aherrojada a mi lira
moriría.
Mi lira es para mí lo más alto del mundo
y siempre le sería fiel
si no fuese yo un alma encendida.
El que, con uñas ensangrentadas,
no abre una brecha en el muro de lo cotidiano
(aunque al salir por él perezca)
no merece contemplar el sol.

(Traducción de Jesús Pardo)




Edith Södergran, nació en San Petersburgo en 1892, está considerada como la más importante poeta escandinava y ha sido comparada con Pound, Rilke o Rimbaud, y en la femenina con Emily Brontë o Emily Dickinson. Murió muy joven, a los 30 años, de una enfermedad heredada de su padre. Estuvo mucho tiempo postrada en la cama, y de ese dolor en el alma y cuerpo están impregnadas sus poesías, siempre con la presencia inquietante de la muerte.
La enterraron en el cementerio ruso de Raivola, junto al frambueso que crecía en su jardín, y como dijo ella "allá donde se esconden la llave de todos los secretos" y en su tumba escribieron: "Mira, esta es la orilla de la eternidad, aquí murmura la corriente que pasa, y la muerte toca en los arbustos su misma monótona melodía". 


(Pintura de Julio Romero de Torres, Poema de Córdoba)

martes, 7 de enero de 2014

EN UN RINCÓN PROFUNDO DE MIS DESVARÍOS

Kees van Dongen
La tristeza es un cuarto oscuro, muy negro, pequeño y con techos bajos. No hay sitio para nada ni para nadie, digo más, solo entro yo y mi cara más amarga, y mi cuerpo arrinconado, estrujado, indolente, lánguido. Mi mirada seca, mis manos que no sirven ni para abrazarme, mi voz llorosa, mi corazón palpitando pero moribundo. El corazón es el último órgano que se entera de qué va la cosa, es curioso. Un cuerpo puede estar muerto pero el corazón late y late. Eso le pasó a mi madre, vivía porque le funcionaba el corazón. Pero ella sentía, amaba, luchaba, es muy distinto a mí. 
Llevo dentro una profunda tristeza y siento que algo está muriendo dentro de mí. Y el caso es que me dejo llevar, no tengo ganas ni fuerzas para atacarla y vencerla. Qué fáciles son las palabras de los demás.  
Decía Emil Michel Cioran, podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos.
Trato de hablarles de un agobio de tristeza, de un dolor intransmisible que me absorbe a veces, y a menudo, perdurablemente, al punto de hacerme perder el gusto por toda palabra, por todo acto, el gusto mismo por la vida, y al punto también de hacer que estalle y explote toda esa negrura en arte.
Trato de decirles que ser río que corre, ser nube que pasa, sin dejar recuerdos ni rastro ninguno, es triste, y más triste para la que se siente nube en lo elevado y río en lo profundo.
Conozco mil maneras de calmar tristezas ajenas pero no hallo ni una sola que calme la mía. 
Os quiero


Guillermo Martí Ceballos
Decía Carilda Oliver (Cuba) en un poema:

Ya tuve esta neblina que pesa como un monte, 
ya tuve este delirio, 
ya tuve este fantasma y lo creí persona, 
ya tuve casi el sueño,
y agonicé de pronto sin cerrar la ventana
y me quedé dormida con los ojos abiertos.


Bien sabéis que respiro apenas por milagro, 
que estoy de adiós radiante, 
de hasta pronto
y no vuelvo.


Dejadme pues alzar este rato de música,
este paisaje breve donde hago maromas, 
esta ilusión que tiene un misterio imponente. 

Dejadme dar la vuelta de la flor contra el viento
o ser sencillamente una mujer cualquiera
a quien salvó el demonio.


domingo, 5 de enero de 2014

ME DECLARO TIERRA YERMA

¡No!
No se me puede pedir
que me ate sin más
a las piedras del tiempo,
que me trague sin rechistar
las pepitas del veneno,
que hipoteque el hoy,
que venda el mañana
para pagar un ayer añejo,
y su aroma a podrido,
y su agua estancada
que ya no mueve molino.




¡No!
Que no me esperen despiertos
los de las cuentas pendientes,
los de los ojos marchitos,
los del latido de hiel,
los de la fusta de hierro

¡No!
Me niego a vivir las furias
de los que liban rencores

Me declaro tierra yerma
hasta el día en que yo elija
recibir en mis entrañas
las semillas del futuro


Amaya Martín (poeta andaluza, de Jaén)


(Pintura de Julio Romero de la Torre, camino de la fuente)