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lunes, 7 de octubre de 2013

LOS CUADROS PERDIDOS DE MATISSE



"La revelación me vino de Oriente"
Frase extraída de una carta escrita por Matisse en 1947



Que Matisse pasara el invierno de 1911 en Sevilla ya no es ninguna leyenda, es un dato más que fiable. Compartiendo habitáculo junto a su esposa Amélie en un hostal de la Plaza Nueva de la capital andaluza,  y estudio con su amigo el pintor cántabro Francisco Iturrino, al cual le unía una gran amistad desde los tiempos que trabajaron juntos en el taller de Gustave Moreau .

Parece ser que todo este interés por lo oriental le vine a Matisse tras asistir a una exposición denominada "La lección de Oriente" en Munich. El maestro curioso y motivado por la indagación del fauvinismo alemán. Surgido en Dresde pocos años antes, de la mano de Kirchner, Nolde y unos cuantos más que no vienen al caso, se topó de repente con el arte oriental.

Y como no; de primera mano como si el mundo fuese entero un museo del Louvre busca el investigar, explorar, beber de esa corriente artística que tanto le influenciaría posteriormente en su obra. 

Matisse se decide por Sevilla como puente de investigación entre París y África, se decide por ella al ser una ciudad de moda, impulsada quizás por ciertos artículos publicados por Juan Ramón Jiménez en la ciudad del Sena, en diarios y noticieros de tiradas célebres entre los círculos de vanguardia. 

El interés por el arte islámico hace que nuestro curioso pintor y hombre de infinitos recursos levante anclas, como tantas veces en su vida, y se decida a descubrir de primera mano el arte andalusí. De aquí partió para la Alhambra, donde pasó varios días en la pensión "Villa Carmona". ¡Vaya parece que todo se me queda en casa!

El caso real que me concierne; es que se cuenta que Matisse tuvo que salir de Sevilla deprisa y corriendo debido a una repentina enfermedad de su esposa Amélie, dejando abandonados cuadros, dibujos y bocetos.

De todo esto nos ofreció testimonio directo el desaparecido recientemente pintor y Catedrático de Dibujo Natural de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla; Don Miguel Pérez Aguilera.

Durante muchos años todo esto no fue más que una mera hipótesis, pues olvidada la corta estancia del ilustre pintor en Sevilla. Tan solo quedó en la capital la figura de Don Miguel, que se mantuvo expectante, reclamando los lienzos perdidos de Matisse. Indagó entre rastrillos, anticuarios, coleccionistas; Aún a sabiendas que podía ser más que probable que hubiesen terminados en la basura. Dado el desconocimiento del valor de las piezas y la carencia de cultura de vanguardia de sociedad sevillana.

Miguel Pérez Aguilera visitaba semanalmente el popular rastrillo del jueves, donde tantas veces se hallan restos históricos y verdaderas obras de arte sin un valor aparente al se le presupone en primera instancia. Recordemos los hallazgos del doctor Carriazo en piezas tartésicas o el recién hallazgo de un Goya, entre restos de lienzos rotos y de dibujos indescifrables.

De lo que realmente ocurriera ya todo es leyenda, pues no quedan testigos directos, tan solo ese hálito invisible que envuelve estas zonas del sur de Europa, tan dadas a dejarse dormitar confundiendo lo fantástico con las realidades. Los lienzos perdidos pasan a formar capitulo de las leyendas sevillanas.




Pero un momento; ¡Ojo! Que de repente aparecen dos bodegones fechados, catalogados y... como que creados en Sevilla; nada más y nada menos que en el museo del Ermitage en San Petersburgo.

Tituladas las obras; Interior I e Interior II, ambas fechadas en 1910-1911 y en Sevilla según el catálogo de Sophie Monneret. Parece ser que ambas obras fueron compradas por el amigo moscovita de Matisse; Sergei Shukin promotor de las vanguardias artísticas en París.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado, datos más que suficiente que avalaban el interés de Don Miguel a la busca y captura de las obras perdidas de Matisse. Que Matisse residiera en Sevilla es un hecho constatado, que se dejará atrás dibujos y obras acabadas pasa a formar parte de la leyenda.



domingo, 6 de octubre de 2013

UN BALLO IN MASCHERA - GIUSEPPE VERDI - Intrigas políticas, odio, romance y asesinato en un baile de disfraces.

Un ballo in maschera (baile de máscaras). Ópera en tres actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Antonio Sommabasado en la obra de Scribe. Trata sobre un caso más o menos real sucedido en Suecia en 1792.








La ópera se estrenó en Roma, en el Teatro Apollo, el 17 de febrero de 1859, pero inicialmente fue un encargo del Teatro San Carlo de Nápoles, lo que ocurrió fue que Verdi y Somma se ciñieron tan fielmente al texto original de Scribe que los censores del Nápoles absolutista no dieron el visto bueno, y le exigieron a Verdi que no apareciera ningún personaje relacionado directamente con la monarquía; que el papel de la esposa pasara a ser el de una hermana, para que de esta forma la infidelidad no apareciera por ninguna parte; que no hubiera baile de máscaras y que nadie fuera asesinado en escena.

Con todas estas exigencias, la obra resultaba un galimatías y no había por donde cogerla, así que Verdi se fue a Roma, confiando que allí la censura fuera más tolerante. Lo fue, pero le obligaron a cambiar el lugar de la acción, de Estocolmo a Boston. Los nombres de los protagonistas también cambiaron, de Gustavo III a Riccardo; de Renato Anckarström a simplemente Renato. A Amelia la dejaron seguirse llamando igual. Desde hace unos cuarenta años aproximadamente se ha ido devolviendo a los personajes sus nombres originales.
Lleven los nombres que lleven, esta ópera se encuentra enclavada en la madurez de Verdi y está llena de poesía, fuerza y expresividad.






En el primer acto, el protagonismo es de Riccardo, con arias como "La rivedrà nell’estasi", "Di tu se fedele" y "E scherzo o è follia". También encontramos a Renato con "Alla vita che t’arride".


En el segundo acto, es Amelia que se luce con "Ecco l’orrido campo" y el dúo "Teco io sto", que es uno de los más bellos e inspirados de Verdi.



El tercer y último acto está lleno de momentos memorables, la doliente aria "Morrò, ma prima in grazia" y la que tal vez sea una de las mejores, sino la mejor, aria para barítono escrita por Verdi: "Eri tu", y se van sucediendo hasta llegar al conmovedor final.


Momentos memorables: "Eri Tu" ... Disfruten:






Los personajes principales de toda la ópera son los siguientes:


RICCARDO (Gobernador de Boston)/ GUSTAVO III (Rey de Suecia) – Enamorado de Amelia, esposa de su secretario Renato. Papel para tenor lírico pero con fuerza y tesitura amplia.
AMELIA – Esposa de Renato, enamorada de Riccardo. Papel para soprano con tintes dramáticos.
RENATO/ RENATO ANCKARSTRÖM – Secretario de Riccardo y esposo de Amelia. Papel para barítono.
OSCAR – Paje de Riccardo. Papel travestido interpretado por una soprano ligera o de coloratura.
ULRICA – Maga y adivina. Papel breve pero importante para contralto o mezzosoprano.
SAM y TOM – Conspiradores contrarios a Riccardo. Bajos.
CORO – Importantes intervenciones.






Excepcional, maravillosa ópera, pura poesía y fuerza, me encanta Verdi. Disfrútenla. Les dejo la ópera entera. 


sábado, 5 de octubre de 2013

CANTO A MÍ MISMO - WHITMAN


¡Grandísimo! Para mí, el mejor poeta de todos los tiempos. Aquí les dejo fragmentos de ese libro imprescindible que todos deberíamos leer en profundidad: Canto a mí mismo. Hace mucha falta, ahora, quererse un poquito, mirarnos adentro y creo que leyendo a Whitman entran hasta ganas de abrazarnos muy fuerte y, sobretodo, despertar nuestra esperanza.





Por su título, es posible pensar que Canto a Mí Mismo está concebido desde una perspectiva egocéntrica y ostentosa. Esto constituiría un error de base, puesto que lo que busca Whitman es aprehender toda la naturaleza para expresarla por su boca y, por ende, lo que resulta de este ejercicio, necesariamente, tiene que dar cuenta de toda ella. En otras palabras, cuando Whitman afirma que este es su canto, está queriendo señalar que también es nuestro canto, porque habla por todos y por todo. De esta forma lo expresa en el primer verso del poema 1:


"Me celebro y me canto a mí mismo.

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,

porque lo que yo tengo lo tienes tú

y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también" (Pág. 25)



Este verso es algo así como una declaración de principio: si lo que dice Whitman sobre sí no vale para todos, entonces no sirve en absoluto. El poeta estará volviendo sobre esta idea muchas veces, e insistiendo en que el origen y horizonte de su canto es múltiple y nunca individual. Ahora bien, de lo anterior se desprende una consecuencia importante: sobre el Canto a Mí Mismo y, en general, sobre la poesía de Walt Whitman, ya no sólo cabrá lo bello, lo laudable, lo que es digno de nuestro respeto, sino también lo corrupto, lo secreto y hasta lo miserable.


Fueron, precisamente, estas nuevas posibilidades que se abrieron para su poesía, las que le acarrearon después tantas denuncias por libertinaje, obscenidad y rebeldía. 

Sin embargo, lo que no se hace explícito para defender a Whitman de ese juicio histórico es que el erigir una obra en donde quepa por igual lo malo y lo bueno, el verdugo y la víctima, etcétera, no obedece a una búsqueda consciente de ser obsceno o rebelde, sino a la amplitud que alcanza el humanismo del autor, mejor dicho, si algunos encuentran en Canto a Mí Mismo cosas que les pone la piel de gallina, siempre se debe más a un falso pudor que al interés del poeta por verse "maldito".




Whitman piensa que la poesía debe abarcarlo todo; por tal razón, Canto a mí mismo no tiene distinción de sexo, credo, edades, sabiduría o costumbres; bebe en el campo al llegar el crepúsculo, y en la ciudad cuando retrocede la aurora; habla de los animales de los bosques, y de las rutinas de los obreros; en últimas, quiere tocar, aunque sea por un instante, la totalidad de lo que existe. Así se descubre en los poemas 7 y 43:


"Muero con el moribundo
y nazco con el niño que recogen los pañales.
Yo no soy sólo esto que se alarga entre mi sombrero y mis zapatos.
Mira atentamente la pluralidad del universo:
nada es igual y todo es bueno.
Buena es la tierra,
buenos los astros….
y las estrellas subalternas también" (Pág. 36)

"Yo no sé lo que aún no hemos sufrido y lo que aún nos aguarda más allá,
pero sé que llegará de una manera inexorable.
Nos tendrá en cuenta a todos:
a los que pasan corriendo
y a los que se quedan sentados.
No se olvidará de ninguno" (Pág. 107)



El sueño HENRI ROUSSEAU 


Whitman escribe estas páginas como si se tratase de una apóstol y, sin embargo, como casi todo a lo que ellas se refieren ya hace parte de nuestra existencia, no tiene la impronta de una creación per se, sino la sorpresa de quien quita las máscaras que nos impiden ver en lo profundo. Escuchémosle:


"Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser" (Pág. 28)


O:


"Comprendo el gran corazón de los héroes.
El valor de hoy
y el valor de todos los tiempos (…)
porque yo soy el hombre que sufrió y que estuvo allí.
Siento el orgullo y la serenidad de los mártires.
Siento a la madre que ayer fue quemada en la hoguera por hereje, ante la mirada de sus hijos;
y al esclavo perseguido como un zorro por los perros;
lo siento vencido,
apoyado en la cerca,
sin aliento,
sudoroso…
Siento las punzadas de su corazón,
sus piernas dobladas,
su cuello caído sobre el pecho
y los balazos asesinos.
Todo esto lo siento y lo sufro.
Yo soy todo esto" (Pág. 85)




viernes, 4 de octubre de 2013

PESSOA - LIBRO DEL DESASOSIEGO (FRAGMENTO)



En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.


Desgraciadamente no sé quién lo pintó, es bellísimo



"Una de mis preocupaciones constantes es el comprender cómo es que otra gente existe, cómo es que hay almas que no sean la mía, conciencias extrañas a mi conciencia, que, por ser conciencia, me parece ser la única. Comprendo bien que el hombre que está delante de mí, y me habla con palabras iguales a las mías, y me ha hecho gestos que son como los que yo hago o podría hacer, sea de algún modo mi semejante. Lo mismo, sin embargo, me sucede con los grabados que sueño de las ilustraciones, con los personajes que veo de las novelas, con los personajes dramáticos que en el escenario pasan a través de los actores que los representan.



Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona. Puede conceder que esa persona está viva, que siente y piense como él; pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada. Hay figuras de tiempos idos, imágenes espíritus en libros, que son para nosotros realidades mayores que esas indiferencias encarnadas que hablan con nosotros por encima de los mostradores, o nos miran por casualidad en los tranvías, o nos rozan, transeúntes, en el acaso muerto de las calles. Los demás no son para nosotros más que paisaje y, casi siempre, paisaje invisible de calle conocida.



Tengo por más mías, con mayor parentesco e intimidad, ciertas figuras que están escritas en los libros, ciertas imágenes que he conocido en estampas, que muchas personas, a las que llaman reales, que son de esa inutilidad metafísica llamada carne y hueso. Y "carne y hueso", en efecto, las describe bien: parecen cosas recortadas puestas en el exterior marmóreo de una carnicería, muertes que sangran como vidas, piernas y chuletas del Destino. 
No me avergüenzo de sentir así porque ya he visto que todos sienten así. Lo que parece haber de desprecio entre hombre y hombre, de indiferente que permite que se mate gente sin que se sienta que se mata, como entre los asesinos, o sin que se piense que se está matando, como entre los soldados, es que nadie presta la debida atención al hecho, parece que abstruso, de que los demás también son almas.



Ciertos días, a ciertas horas, traídas mí por no sé qué brisa, abiertas a mí por el abrirse de no sé qué puerta, siento de repente que el tendero de la esquina es un ente espiritual, que el hortera, que en este momento se inclina a la puerta sobre el saco de patatas, es, verdaderamente, un alma capaz de sufrir. 



Cuando ayer me dijeron que el dependiente de la tabaquería se había suicidado, sentí una impresión de mentira. ¡Pobrecillo, también existía! Lo habíamos olvidado, todos nosotros, todos nosotros que le conocíamos del mismo modo que todos los que no le conocieron. Mañana le olvidaremos mejor. Pero que tenía alma, la tenía, para que se matase ¿Amores? ¿Angustias? Sin duda... Pero a mí, como a la humanidad entera, me queda sólo el recuerdo de una sonrisa tonta por encima de una chaqueta de mezclilla, sucia, y desigual en los hombros. Es cuanto me queda, a mí, de quien tanto sintió que se mató de sentir porque, en fin, de otra cosa no debe de matarse nadie... Pensé una vez, al comprarle cigarrillos, que se quedaría calvo pronto. Al final, no ha tenido tiempo de quedarse calvo. Es uno de los recuerdos que me quedan de él. ¿Qué otro me había de quedar si éste, después de todo, no es suyo, sino de un pensamiento mío? Tengo súbitamente la visión del cadáver, del ataúd en que le han metido, de la tumba, enteramente ajena, a la que tenían que haberle llevado. Y veo, de repente, que el dependiente de la tabaquería era, de cierta manera, chaqueta torcida y todo, la. humanidad entera.



Ha sido tan sólo un momento. Hoy, ahora, claramente, como hombre que soy, él ha muerto. Nada más. 


Sí, los demás no existen... Es para mí para quien este ocaso remansa, pesadamente alado, sus colores neblinosos y duros. Para mí, bajo el ocaso, tiembla, sin que yo le vea correr, el río grande. Ha sido hecha para mí esta plaza abierta sobre el río cuya marea se acerca. ¿Ha sido enterrado hoy en la fosa común el dependiente de la tabaquería? No es para él el ocaso de hoy. Pero, de pensarlo, y sin que yo quiera, también ha dejado de ser para mí...!


(26-1-1932)



Fernando Pessoa, de "Libro del desasosiego" (Fragmento II) - (1888 - 1935)

(Nació en Lisboa. Poeta, periodista, tipógrafo y traductor. Escribió indistintamente en inglés y en portugués y publicó casi toda su obra con seudónimos o, más bien, con heterónimos)


"Tengo una especie de deber de soñar siempre, pues, no siendo más, ni queriendo ser más, que un espectador de mí mismo, tengo que tener el mejor espectáculo que puedo. Así me construyo con oro y sedas, en salas supuestas, tablado falso, escenario antiguo, sueño creado entre juego de luces suaves y músicas invisibles. (...) "