lunes, 4 de noviembre de 2013

SEIS CAPÍTULOS DE UNA VIDA FLOTANTE - SHEN FU





Seis capítulos de una vida flotante es la autobiografía de Shen Fu, un poeta y pintor de la dinastía Qing, que nació en Suzhou (ciudad famosa en el pasado por sus jardines) y vivió encabalgado entre el siglo XVIII y el siglo XIX. Shen Fu nació en una familia de letrados, tal como refiere al principio de su autobiografía, pero falló en los exámenes imperiales y no pudo hacer carrera como funcionario. Trabajó como secretario privado y más tarde también vendiendo retratos. Escribió su autobiografía a los 46 años, y aunque está dividida en seis capítulos que abordan temas diferentes (la vida conyugal, los viajes, los pequeños placeres de la vida, etc.), el relato gira todo el tiempo en torno a su esposa (y prima) Yun, a quien conocía desde la infancia y que había muerto seis años antes. Sólo se conservan cuatro de los seis capítulos, aunque recientemente hubo noticias de que una copia de uno de los dos capítulos faltantes había sido encontrado en un negocio de antigüedades en Nanjing.



Va la traducción del comienzo del capítulo 1.







Capítulo 1. Delicias de la vida conyugal


Nací el 22 de noviembre del año 1763, durante el reinado del emperador Qian Long, en Suzhou, cerca del pabellón Cang Lang, en una familia de letrados y en tiempos de paz y prosperidad, por lo que puedo decir que el cielo fue generoso conmigo. Como dice Su Dongpo: “Las cosas se esfuman sin dejar rastro, igual que un sueño de primavera”. Si no dejara registro de todo lo que he vivido, inevitablemente estaría ofendiendo al cielo. A semejanza del “Libro de las odas”, que empieza con el poema sobre la pareja de pájaros, decidí que el primer capítulo de mi relato esté dedicado a la vida conyugar. Lo único que me produce reparos es mi propia falta de conocimiento literario, ya que interrumpí mis estudios en forma temprana. Por eso, me limitaré a registrar algunos hechos y circunstancias reales. Que el lector no me reproche por mi gramática y mi estilo pobres, porque sería como pedirle claridad a un espejo sucio.



Cuando era chico fui prometido a una niña de Jinsha, de apellido Yu. La niña murió a los ocho años, y eventualmente terminé casándome, más tarde, con una mujer de apellido Zhen. Su nombre era Yun, su nombre literario Su Zhen, y era la hija primogénita de mi tío materno Xin Yu. Desde chiquita se mostró muy inteligente. Cuando aprendió a hablar, un día escuchó recitar “Los versos de Pipa” de Po Juyi y se aprendió de memoria el poema, siendo capaz de recitarlo entero. A los cuatro años se quedó huérfana de padre. El apellido materno era Jin y el hermano menor se llamaba Kechang. Los tres vivían en la pobreza, y apenas Yun creció y aprendió a tejer, lo que producía con sus manos se convirtió en la principal fuente de sustento. Alcanzaba incluso para pagar la escuela de Kechang y los regalos para el maestro. Un día, Yun encontró dentro de una cesta de bambú un volumen de “Los versos de Pipa”, reconoció las palabras a partir de lo que recordaba y así fue como aprendió a leer. En las pausas de su trabajo de bordado, poco a poco aprendió a componer poesía. Entre las cosas que había escrito, tenía un verso que decía “El otoño penetra y la figura se adelgaza/, la escarcha tiñe los crisantemos gordos”. 






A los trece años, acompañé a mi madre en un viaje a su casa natal. Tanto Yun como yo éramos pequeños y no había, entre ambos, ningún sentimiento de incomodidad. Al ver todo lo que había hecho me maravillé por su talento, pero tuve miedo por su felicidad y me decidí a no soltarla. Le dije a mi madre: “Quiero que sepas que, si tenés que elegir una mujer para tu hijo, no voy a aceptar a otra que no sea mi prima Shu”. Mi madre también la quería por su carácter tierno, así que de inmediato se sacó un anillo de oro que llevaba y lo dejó como prenda de compromiso. Esto fue en el año 1775, durante el reinado de Qiang Long.

Justo ese invierno una prima de familia de Yun se iba a casar, así que fui de nuevo con mi madre para esa ocasión. Yun y yo teníamos la misma edad, aunque ella era diez meses más grande que yo. Desde chicos nos habíamos tratado como hermanos y así seguíamos haciéndolo todavía. Vi que en la sala todos estaban con ropa brillante. Yun era la única con la roca de colores opacos, pero los zapatos eran nuevos, y tenían un bordado delicado y hermoso. Le pregunté y me respondió que los había hecho ella misma, y así supe que su talento no era sólo para las letras. Yun era de hombros caídos y cuello alto, delgada pero no huesuda, cejas arqueadas y ojos vivaces y brillantes. Lo único que podía encontrarse defectuoso eran dos dientes que sobresalían un poco. Tenía una forma de expresarse conmovedora y cautivante, que permanecía en la mente de uno sin desvanecerse. Le pedí ver sus poemas. Eran todos dícticos, o de tres o cuatro versos, sin terminar en su mayor parte. Le pregunté la razón y me respondió: “No son la obra de un maestro. Ojalá consiguiera alguien que me enseñara, y que me ayudara a completarlos”. En broma escribió sobre su libro: “Versos hermosos bordados en una bolsa”. No sabía entonces que la clave de su muerte temprana ya estaba escondida ahí. 





Esa noche fui a las afueras de la ciudad a despedir mi prima y ya era pasada la medianoche cuando volví. Tenía hambre, pedí algo de comer y mi vieja sirvienta me trajo unos dátiles secos, que no me apetecieron, porque no tenía ganas de dulce. Yun me llevó de la manga, a escondidas, hasta su habitación, y vi que había escondido un poco de sopa de arroz todavía tibia y verduras. Acaba de agarrar los palitos, contento, cuando de repente escuchamos al primo de Yun, Yu Heng: “Hermana, vení rápido”. Yun se apuró a cerrar la puerta, respondiendo: “Estoy agotada, me voy a acostar”. Yu Heng alcanzó a meter el cuerpo y abrió la puerta, y cuando me vio comiendo la sopa, sonrió en forma burlona y le dijo a Yun: “Recién pedí sopa y me dijiste que se había acabado. Ahora veo que la estabas guardando para tu esposo”. Yun se fue corriendo, avergonzada, mientras todos se reían a carcajadas. Yo también, enojado y sintiéndome ofendido, me fui con mi sirviente. Desde ese episodio Yun empezó a esquivarme cada vez que venía de visita. Yo sabía que era por miedo a que siguieran riéndose de ella.


*.- Todas las pinturas menos la primera son del pintor chino Pan Yuliang.

Miguel Ángel, traductor español, tiene un blog que ha sido un descubrimiento precioso para mí. Me han emocionado sus traducciones, esta que traigo hoy es maravillosa, disfruten. Os dejo el link de su blog:

http://comounamoscadelargaszancas.blogspot.com.es/2012/07/seis-capitulos-de-una-vida-flotante.html