Artista italiano. Padua, 1960
Esencialmente autodidacta, su obra bascula entre la escultura y el performance y tiene en el sentido del humor y la trasgresión de los símbolos establecidos sus principales armas de expresión. En su individual del MOMA de Nueva York, en 1998, hizo que un actor vestido de Picasso, provisto de una gran careta que caricaturizaba el rostro del pintor, saludara a los visitantes al puro estilo de Disney World; un modo de llamar la atención sobre la inercia mercantil y espectacular del arte contemporáneo.
La imagen con la que abro el comentario corresponde a la maqueta de la exposición que prepara en el Guggenheim, para la que ha pedido prestadas sus obras a coleccionistas privados y museos.
La novedad consiste en colgarlas, tal como se ve en la maqueta, en el centro de la rampa circular de la rotonda del museo. El efecto, desde luego, es impactante.
A principios de noviembre, el polifacético artista Maurizio Cattelan será el protagonista de una gran retrospectiva organizada por el Museo Guggenheim de Nueva York. Como en otras ocasiones, la muestra no se librará de polémica, aunque su obra es muy apreciada por sus conciudadanos neoyorkinos. En España pudimos contemplar una de sus creaciones en Sevilla, con motivo de la Bienal de Arte Contemporáneo celebrada en el 2004. También entonces escandalizó a más de uno, unas esculturas representando niños ahorcados, colgados de un árbol. La Consejera de Igualdad y Bienestar Social pidió que fueran retirados, petición desoída por la organización de la Bienal. La galerista Juana de Aizpuru lo justificó con el siguiente argumento: "Cattelan es un provocador, pero hay que entender que el papel de los artistas actualmente no es hacer cosas bellas que satisfagan, sino preguntar sobre temas candentes. ¿Cómo la sociedad puede ser tan hipócrita porque haya un muñeco colgado cuando a diario vemos que hay imágenes de niños muriéndose junto a sus madres?".
Os muestro alguna de sus obras: un caballo incrustado en una pared; el papa Juan Pablo II aplastado por un meteórito; dos policías literalmente "de cabeza" y Hitler en actitud de súplica.
La obra de Cattelan (instalaciones, videos, fotografías, acciones y objetos) se funda en el mecanismo del humor. Con ese medio consigue trastocar las reglas del juego en el ambiente del arte, para comentar irónica y críticamente, materias socialmente controvertidas, de un modo subversivo y humorístico. Los temas de sus obras – con un martiz en ocasiones intervencionista – pueden ser tanto las tendencias racistas en Italia o la influencia de la mafia, como cuestiones intrínsecas al arte.
Al saber aprovechar para su trabajo las condiciones del sistema del arte, su método suele ser llamado parasitario. Frecuentemente, Cattelan emplea símbolos de huida de la exposición, en forma de sábanas anudadas unas a otras o de un agujero cavado en el suelo de la sala. Sus retratos habrán de interpretarse en este contexto, los encarga a un dibujante de la policía, que los delines siguiendo las descripciones que le va dando de sus amigos y familiares; conscientemente tienen un aire de cartel de busca y captur. Cattelan sabe presentar con métodos sencillos sus objeciones contra las condiciones de una exposición. En 1994, persuadió a su distribuidor de París Emmanuel Perrotin a pasar un mes como un gigante vestido de color rosa falo. En otra ocasión, la Secesión Vienesa le invitó a montar una exposición en un sótano, instaló entonces dos biciletas con las que dos vigilantes -en el momento de entrar algún visitante- generaban la exigua energía necesaria para una bombilla de 15 vatios. De este modo, Cattelan no sólo expresaba su opinión sobre las salas, de techos bajos y sin ventanas, del sótano, sino que también ponía al visitante en una situación embarazosa, pues los vigilantes sólo pedaleaban para accionar la dinamo cuando alguien entraba. De este modo, Cattelan simbolizaba de modo convincente las jerarquía y las relaciones de dependencia en el mundo del arte.
Cattelan es un artista sofisticado y sabe que se burla del mundo del arte sin caer en la trampa de la ingenuidad de pensar que puede subvertir un sistema del que es parte.
A Perfect Day. 1999
Convence a su galerista, Massimo de Carlo, para que se deje ser atado con cintas adhesivas a la pared, convirtiéndose así en el objeto expuesto y satisfaciendo enormemente de esta manera al artista.
FUENTES: