La palabra utopía tiene dos orígenes posibles. Ou-topía quiere decir “sin lugar”, “lugar que no existe”. Y Eu-topía es un “buen lugar”. Visto en perspectiva, el significado es una combinación de ambos: un buen lugar que no existe. Siempre pensé que el significado original de las palabras era “el nombre exacto de las cosas”. Hasta hace muy pocos días.
En esta semana conocí la Corrala Utopía en Sevilla. Es un edificio situado en la Ronda de San Lázaro, de construcción reciente y buen aspecto, y ocupado por 36 familias desahuciadas de sus domicilios. Con la luz y el agua cortados por orden de alguna autoridad incompetente, allí viven alrededor de 100 personas. La mayoría de los adultos sin trabajo o jubilados. Y muchos niños. Y mujeres, muchas mujeres. Mujeres que estremecen porque encarnan con toda naturalidad el coraje y la dignidad del ser humano. Mujeres que son el alma de esta convivencia convertida en comunidad, en patio de vecinos. Utopía es un buen lugar que existe en Sevilla porque ellas se han empeñado, porque ellas lo han hecho posible.
Mujeres que han sido capaces de transformarse a sí mismas y de transformar la realidad que las machacaba. “Yo nunca pensé que podía ir a la cárcel –me dijo Manuela, viuda, pensionista, 65 años- pero ahora pienso que si tengo que ir, iré”. Nunca he visto un ejemplo más claro y más lúcido de empoderamiento de la ciudadanía. Se han organizado en diferentes equipos de trabajo, toman decisiones y resuelven los conflictos de la convivencia en asambleas de todos los vecinos. Y se cuidan unos a otros.
Manuela es amable, morena, alta, guapa. Me bastó oírla hablar una mijina para reconocer el acento de mi madre, para oír la música con la que aprendí a hablar. Manuela sabe que dulzainas son un montón de cosas dulces antes que instrumentos musicales. Y que el verbo soñar se conjuga como un verbo pronominal. Manuela se sueña viviendo en un piso chiquitito, con luz y con agua y dentro de la ley. Manuela se sueña viviendo en un buen lugar que existe porque ella, entre otros, lo ha hecho posible.
PD.: Ahora queda que los demás hagamos algo: necesitan al menos cuatro neveras que funcionen con gas. Y todos nosotros necesitamos una nueva ley sobre el uso social de la vivienda.
Pilar González
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