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sábado, 5 de octubre de 2013

CANTO A MÍ MISMO - WHITMAN


¡Grandísimo! Para mí, el mejor poeta de todos los tiempos. Aquí les dejo fragmentos de ese libro imprescindible que todos deberíamos leer en profundidad: Canto a mí mismo. Hace mucha falta, ahora, quererse un poquito, mirarnos adentro y creo que leyendo a Whitman entran hasta ganas de abrazarnos muy fuerte y, sobretodo, despertar nuestra esperanza.





Por su título, es posible pensar que Canto a Mí Mismo está concebido desde una perspectiva egocéntrica y ostentosa. Esto constituiría un error de base, puesto que lo que busca Whitman es aprehender toda la naturaleza para expresarla por su boca y, por ende, lo que resulta de este ejercicio, necesariamente, tiene que dar cuenta de toda ella. En otras palabras, cuando Whitman afirma que este es su canto, está queriendo señalar que también es nuestro canto, porque habla por todos y por todo. De esta forma lo expresa en el primer verso del poema 1:


"Me celebro y me canto a mí mismo.

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,

porque lo que yo tengo lo tienes tú

y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también" (Pág. 25)



Este verso es algo así como una declaración de principio: si lo que dice Whitman sobre sí no vale para todos, entonces no sirve en absoluto. El poeta estará volviendo sobre esta idea muchas veces, e insistiendo en que el origen y horizonte de su canto es múltiple y nunca individual. Ahora bien, de lo anterior se desprende una consecuencia importante: sobre el Canto a Mí Mismo y, en general, sobre la poesía de Walt Whitman, ya no sólo cabrá lo bello, lo laudable, lo que es digno de nuestro respeto, sino también lo corrupto, lo secreto y hasta lo miserable.


Fueron, precisamente, estas nuevas posibilidades que se abrieron para su poesía, las que le acarrearon después tantas denuncias por libertinaje, obscenidad y rebeldía. 

Sin embargo, lo que no se hace explícito para defender a Whitman de ese juicio histórico es que el erigir una obra en donde quepa por igual lo malo y lo bueno, el verdugo y la víctima, etcétera, no obedece a una búsqueda consciente de ser obsceno o rebelde, sino a la amplitud que alcanza el humanismo del autor, mejor dicho, si algunos encuentran en Canto a Mí Mismo cosas que les pone la piel de gallina, siempre se debe más a un falso pudor que al interés del poeta por verse "maldito".




Whitman piensa que la poesía debe abarcarlo todo; por tal razón, Canto a mí mismo no tiene distinción de sexo, credo, edades, sabiduría o costumbres; bebe en el campo al llegar el crepúsculo, y en la ciudad cuando retrocede la aurora; habla de los animales de los bosques, y de las rutinas de los obreros; en últimas, quiere tocar, aunque sea por un instante, la totalidad de lo que existe. Así se descubre en los poemas 7 y 43:


"Muero con el moribundo
y nazco con el niño que recogen los pañales.
Yo no soy sólo esto que se alarga entre mi sombrero y mis zapatos.
Mira atentamente la pluralidad del universo:
nada es igual y todo es bueno.
Buena es la tierra,
buenos los astros….
y las estrellas subalternas también" (Pág. 36)

"Yo no sé lo que aún no hemos sufrido y lo que aún nos aguarda más allá,
pero sé que llegará de una manera inexorable.
Nos tendrá en cuenta a todos:
a los que pasan corriendo
y a los que se quedan sentados.
No se olvidará de ninguno" (Pág. 107)



El sueño HENRI ROUSSEAU 


Whitman escribe estas páginas como si se tratase de una apóstol y, sin embargo, como casi todo a lo que ellas se refieren ya hace parte de nuestra existencia, no tiene la impronta de una creación per se, sino la sorpresa de quien quita las máscaras que nos impiden ver en lo profundo. Escuchémosle:


"Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser" (Pág. 28)


O:


"Comprendo el gran corazón de los héroes.
El valor de hoy
y el valor de todos los tiempos (…)
porque yo soy el hombre que sufrió y que estuvo allí.
Siento el orgullo y la serenidad de los mártires.
Siento a la madre que ayer fue quemada en la hoguera por hereje, ante la mirada de sus hijos;
y al esclavo perseguido como un zorro por los perros;
lo siento vencido,
apoyado en la cerca,
sin aliento,
sudoroso…
Siento las punzadas de su corazón,
sus piernas dobladas,
su cuello caído sobre el pecho
y los balazos asesinos.
Todo esto lo siento y lo sufro.
Yo soy todo esto" (Pág. 85)




viernes, 4 de octubre de 2013

PESSOA - LIBRO DEL DESASOSIEGO (FRAGMENTO)



En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.


Desgraciadamente no sé quién lo pintó, es bellísimo



"Una de mis preocupaciones constantes es el comprender cómo es que otra gente existe, cómo es que hay almas que no sean la mía, conciencias extrañas a mi conciencia, que, por ser conciencia, me parece ser la única. Comprendo bien que el hombre que está delante de mí, y me habla con palabras iguales a las mías, y me ha hecho gestos que son como los que yo hago o podría hacer, sea de algún modo mi semejante. Lo mismo, sin embargo, me sucede con los grabados que sueño de las ilustraciones, con los personajes que veo de las novelas, con los personajes dramáticos que en el escenario pasan a través de los actores que los representan.



Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona. Puede conceder que esa persona está viva, que siente y piense como él; pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada. Hay figuras de tiempos idos, imágenes espíritus en libros, que son para nosotros realidades mayores que esas indiferencias encarnadas que hablan con nosotros por encima de los mostradores, o nos miran por casualidad en los tranvías, o nos rozan, transeúntes, en el acaso muerto de las calles. Los demás no son para nosotros más que paisaje y, casi siempre, paisaje invisible de calle conocida.



Tengo por más mías, con mayor parentesco e intimidad, ciertas figuras que están escritas en los libros, ciertas imágenes que he conocido en estampas, que muchas personas, a las que llaman reales, que son de esa inutilidad metafísica llamada carne y hueso. Y "carne y hueso", en efecto, las describe bien: parecen cosas recortadas puestas en el exterior marmóreo de una carnicería, muertes que sangran como vidas, piernas y chuletas del Destino. 
No me avergüenzo de sentir así porque ya he visto que todos sienten así. Lo que parece haber de desprecio entre hombre y hombre, de indiferente que permite que se mate gente sin que se sienta que se mata, como entre los asesinos, o sin que se piense que se está matando, como entre los soldados, es que nadie presta la debida atención al hecho, parece que abstruso, de que los demás también son almas.



Ciertos días, a ciertas horas, traídas mí por no sé qué brisa, abiertas a mí por el abrirse de no sé qué puerta, siento de repente que el tendero de la esquina es un ente espiritual, que el hortera, que en este momento se inclina a la puerta sobre el saco de patatas, es, verdaderamente, un alma capaz de sufrir. 



Cuando ayer me dijeron que el dependiente de la tabaquería se había suicidado, sentí una impresión de mentira. ¡Pobrecillo, también existía! Lo habíamos olvidado, todos nosotros, todos nosotros que le conocíamos del mismo modo que todos los que no le conocieron. Mañana le olvidaremos mejor. Pero que tenía alma, la tenía, para que se matase ¿Amores? ¿Angustias? Sin duda... Pero a mí, como a la humanidad entera, me queda sólo el recuerdo de una sonrisa tonta por encima de una chaqueta de mezclilla, sucia, y desigual en los hombros. Es cuanto me queda, a mí, de quien tanto sintió que se mató de sentir porque, en fin, de otra cosa no debe de matarse nadie... Pensé una vez, al comprarle cigarrillos, que se quedaría calvo pronto. Al final, no ha tenido tiempo de quedarse calvo. Es uno de los recuerdos que me quedan de él. ¿Qué otro me había de quedar si éste, después de todo, no es suyo, sino de un pensamiento mío? Tengo súbitamente la visión del cadáver, del ataúd en que le han metido, de la tumba, enteramente ajena, a la que tenían que haberle llevado. Y veo, de repente, que el dependiente de la tabaquería era, de cierta manera, chaqueta torcida y todo, la. humanidad entera.



Ha sido tan sólo un momento. Hoy, ahora, claramente, como hombre que soy, él ha muerto. Nada más. 


Sí, los demás no existen... Es para mí para quien este ocaso remansa, pesadamente alado, sus colores neblinosos y duros. Para mí, bajo el ocaso, tiembla, sin que yo le vea correr, el río grande. Ha sido hecha para mí esta plaza abierta sobre el río cuya marea se acerca. ¿Ha sido enterrado hoy en la fosa común el dependiente de la tabaquería? No es para él el ocaso de hoy. Pero, de pensarlo, y sin que yo quiera, también ha dejado de ser para mí...!


(26-1-1932)



Fernando Pessoa, de "Libro del desasosiego" (Fragmento II) - (1888 - 1935)

(Nació en Lisboa. Poeta, periodista, tipógrafo y traductor. Escribió indistintamente en inglés y en portugués y publicó casi toda su obra con seudónimos o, más bien, con heterónimos)


"Tengo una especie de deber de soñar siempre, pues, no siendo más, ni queriendo ser más, que un espectador de mí mismo, tengo que tener el mejor espectáculo que puedo. Así me construyo con oro y sedas, en salas supuestas, tablado falso, escenario antiguo, sueño creado entre juego de luces suaves y músicas invisibles. (...) "


jueves, 3 de octubre de 2013

JUEGO AMOROSO

Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La
hermosa, la violenta flor del ridículo. Pétalo de carne
y hueso. ¿Pétalos? ¿Flores?
Preciosismobienvestido,
muertodehambre, vaderretro.




Franz von Stuck



Las manos a la altura del aire
a dos o tres centímetros del vacío
no se mirará nada preciso
la polvareda que pasa
el inesperado cortejo de plumas
arrancadas al vuelo
la nubecilla rosada y tonta
que ya no es
el cierraojos y el ábrelos
en la breve opacidad
de una luz que no se ve
y el sueño pies de goma
y azules y brillantes
las estrellas
rientes
párpado sobre párpado
labio contra labio
piel demorada sobre otra
llagada y reluciente
hogueras
eso haremos a solas




Blanca Valera, poeta peruana, (1926-2009). 


Y este maravilloso juego amoroso, de una gran poeta que me chifla, sensible, que clama y escribe sobre el papel del hombre en este mundo y, por ende, el de la mujer. Su soledad era querida, anhelada, no concebía la vida teniendo que ser esclava/amante de un hombre, sufría cuando veía a mujeres sometidas al machismo enfermizo y cruel, gritaba en palabras, reía y se reía de sí misma, mejor ser un bicho raro y loco, que no uno domesticado, a merced del primero que se le cruzase por el camino. ¡Ay el amor! que hace esclavas a las mujeres y poderosos a los hombres. Ella mandaba en el amor y en las caricias, a quien le gustara bien, a quien no, que la dejaran en paz. Ella era Blanca Varela, un desgarro de mujer, sus poemas, rotundos.