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viernes, 22 de febrero de 2013

MANCHAN LA MEMORIA DE UN LUCHADOR ANTIFASCISTA


Manuel José García Caparrós va a ser declarado Hijo Predilecto de Andalucía, junto al mediocre actor Antonio Banderas, ambos naturales de Málaga, ambos tan distintos y distantes. Uno asesinado por esta España negra, otro viviendo de lujo y promoviendo la “Marca España".


García Caparrós murió en Málaga (ya en “democracia”) el 4 de diciembre de 1977, asesinado por la Policía por el delito de enarbolar una bandera andaluza. Tenía 18 años. Fue víctima de uno de los muchos crímenes cometidos durante la Transición de cuya memoria histórica nada quieren saber quienes ahora le “honran”. Al día de hoy, su crimen sigue impune.

Antonio Banderas, tenía entonces una edad similar a Caparrós ¿Qué hacía? No nos consta que estuviera comprometido con las luchas obreras de la época, quizás las esquivara porque soñaba con ser actor ¿Y cuáles son sus méritos? Conquistar América, y otras cosas, con una cara bonita, promocionar perfumes,  películas de Zorros y Semanas Santas malagueñas.

Caparrós murió porque, bajo nuestro punto de vista, tomó partido por la ruptura del Sistema, en cambio, Banderas fue un producto de la movida madrileña enajenadora masiva de mentes, que junto al cineasta Pedro Almodóvar, la "cantante" Alaska y personajillos similares, tomaron partido por la “democracia” es decir, el régimen monarco-franquista que hoy nos muestra su verdadero rostro.

Igualando a Caparrós con Banderas, manchan la memoria de un luchador antifascista.

JM Álvarez


CIORAN - HISTORIA Y UTOPÍA - [Lecturas para la libertad]

En cualquier gran ciudad donde el azar me lleva, me sorprende que no se desaten levantamientos diarios, masacres, una carnicería sin nombre, un desorden de fin de mundo. ¿Cómo, en un espacio tan reducido, pueden coexistir tantos hombres sin destruirse, sin protestas firmes, sin odiarse mortalmente? A decir verdad se odian pero no están a la altura de su odio. Esta mediocridad, esta impotencia, es la que está salvando (menuda paradoja) a la sociedad.


Al igual que los cínicos de la antigua Grecia, a los que tanto admiró, la trayectoria de Cioran ha constituido un intento desesperado de responder a una inquietud : cómo vivir en un mundo desquiciado y en el que la razón se ha revelado como un mito.

Con la implacable precisión de un silogismo, cada uno de su libros ha revelado minuciosamente, entre el sarcasmo y la lucidez, la nada que somos. En estos ensayos, escritos hace más de veinte años, E.M. Cioran cuestiona la historia como único relato válido de la realidad, desmitifica el Progreso en nombre del que se ha cometido tantas vilezas y abusos y se pregunta por el sentido de las utopías que posibilitan la vigencia de las instituciones y parecen calmar la sed de absoluto inherente al hombre.

Con la marginalidad a la que este autor nos tiene acostumbrados, con su tono lúcido y desengañado, que constituye su principal fuente de independencia frente a cualquier corriente de pensamiento, y huyendo de cualquier sistema o teoría que pretenda un análisis de la realidad histórica contemporánea, Cioran señala simplemente las paradojas inherentes al ser humano y a la sociedad y, con su característica ironía, nos previene contra las ilusiones que sobre nosotros mismos nos hacemos en relación a nuestra participación en la Historia y el Devenir. 



Emil Michel Cioran

[Lecturas para la libertad]

lunes, 18 de febrero de 2013

MICHEL FOUCAULT - VIGILAR Y CASTIGAR


Michel Foucault, filósofo y también historiador, fue sin duda durante los años sesenta una de las figuras más importantes e influyentes del ambiente cultural francés . Nunca quiso expresamente ser un historiador de los ideales ni de las ciencias en el sentido clásico de estos términos. La única denominación que admitía era la de arqueólogo, aquello que da cuenta de forma más profunda de la cultura.

En una segunda etapa de su vida, Foucault dirigió su interés hacia la cuestión del poder, y en Vigilar y castigar(1975) realizó un análisis de la transición de la tortura al encarcelamiento como modelos punitivos, para concluir que el nuevo modelo obedece a un sistema social que ejerce una mayor presión sobre el individuo y su capacidad para expresar su propia diferencia.

Vigilar y Castigar, (Surveiller et punir: Naissance de la prison). El libro empieza con una descripción muy gráfica de la ejecución pública del regicida Damiens en 1757. Contra esta, Foucault yuxtapone una prisión gris de 80 años después. Entonces se busca entender como pudo ocurrir tal cambio en la forma de castigar a los convictos en un período de tiempo tan corto. Estas dos formas de castigo tan contrastantes son dos ejemplos de lo que Foucault llama "tecnologías de castigo". 

La primera, la tecnología de castigo "monárquica", consiste en la represión de la población mediante ejecuciones públicas y tortura. 

La segunda, el "castigo disciplinario", de acuerdo a Foucault, es la forma de castigo practicada hoy en día. El castigo disciplinario le da a los "profesionales" (psicólogos, facilitadores, guardias, etc.) poder sobre el prisionero: la duración de la estancia depende de la opinión de los profesionales.
Foucault compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamado "Panóptico" de 
Jeremy Bentham (que nunca fue construido, pero sí fue tomado en cuenta): en el panóptico, del latín (-pan, todo; -óptico, visión). La idea de Bentham es una cárcel en la que se puede visualizar todo desde un único punto de vista, con la ventaja añadida de que puede hacerse sin ser visto.
Las ideas de Bentham inspiraron también a George Orwell en su novela 1984, la descripción de un estado totalitario dominado por un gran hermano que todo lo ve.




Foucault nos dice: La prisión es el único lugar en el que el poder puede manifestarse de forma desnuda, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de transformar a los criminales en gente honrada, no sirve más que para fabricar nuevos criminales o para hundirlos todavía más en la criminalidad. Entonces, como siempre, en el mecanismo del poder ha existido una utilización estratégica de lo que era un inconveniente. La prisión fabrica delincuentes, pero los delincuentes a fin de cuentas son útiles en el dominio económico y en el dominio político. Los delincuentes sirven.





El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que "la visibilidad es una trampa". Es a través de esta óptica de vigilancia, dice Foucault, que la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento (términos que Foucault considera tan íntimamente ligados que con frecuencia habla del concepto "poder-conocimiento"). 
Foucault sugiere que por todos los niveles de la sociedad moderna existe un tipo de "prisión continua", desde las cárceles de máxima seguridad, trabajadores sociales, la policía, los maestros, hasta nuestro trabajo diario y vida cotidiana.
Todo está conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de la "normalización".



¿Puede extrañar que la prisión se asemeje a las fábricas, a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales, todos los cuales se asemejan a las prisiones? 

Me pregunto