En un frío día de invierno, una manada de erizos se juntan para resguardarse de la helada gracias a su propio calor, amontonándose unos encima de otros. Pero sucedió que se pincharon entre ellos y el dolor fue tal que tuvieron que separarse rápidamente, con lo que otra vez sintieron frío. Así que entre el peligro de morir de frío o de hacerlo por el dolor que se infringían mutuamente con sus espinas, acabaron encontrando la distancia correcta, aquella que les permitía no morir de frío y no hacerse demasiado daño, de manera que el frío y el dolor fuese soportable.
El dilema del erizo - Schopenhauer.
Fue un concepto creado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Más tarde, Sigmund Freud utilizaría esta parábola para explicar el modo en que las personas nos relacionamos afectivamente unos con otros.
En la relación de pareja, al acercarnos al otro, confiando en él y poniendo en sus manos la capacidad de hacernos felices, inevitablemente vamos a sufrir en algun momento. Cuanto mayor sea la intimidad, más probabilidad de sufrimiento.
Y no será siempre por heridas de "verdaderas púas": muchas veces, interpretaremos incorrectamente las razones de las actitudes de los otros, eligiendo habitualmente la explicación menos favorable.
Por eso, tendemos a buscar esa distancia óptima en la que no nos arriesgamos demasiado, pero tampoco podemos ser felices.
Del mismo modo que los erizos, tenemos que elegir: nos mantenemos a una distancia prudencial, manteniendo relaciones superficiales que no nos comprometan demasiado, o nos arriesgamos a una relación íntima, profunda y confiada, en la que podamos sentirnos verdaderamente importantes en el corazón del otro.
Tenemos la capacidad de elegir, disfrutar de una relación cercana donde crecer como personas, admirar a la persona real que se esconde en el otro, ser amados, acariciar, oler, abrazar, decir la verdad, contar con el otro, ser auténticos y no necesitar fingir, … superando unas "pequeñas heridas" que nos harán más fuertes, y que la mitad de las veces no son reales, sino interpretaciones, espejismos.
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Chema Madoz
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O ¿vamos a dejar de disfrutar de las rosas porque tienen espinas?
Luis Cernuda se refiere a ella en las palabras iniciales de Donde habite el olvido: Ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya lo sabéis, como en los erizos.
Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener el rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.
Mario Benedetti.
En un momento dado de la vida, morimos sin que nos entierren. El mundo está lleno de gente muerta, aunque ella lo ignore.
Johann Wolfgang von Goethe
¿Debería suicidarme o prepararme una taza de café?
Albert Camus