Podríamos decir que sus retratos tienen mucho de literarios, pues no se limita a pintar lo que ven sus ojos, sino que penetra en el interior de las modelos y recrea a su alrededor un mundo de sueños, de ilusiones, de emociones perdidas.
La pintora es capaz de rescatar lo intangible, de desentrañar el laberinto de los sentimientos, de desvelar las ilusiones, los deseos, las ilusiones, las alegrías y las penas de quienes posan para ella, quizá porque conoce íntimamente lo que pinta y es capaz de revelarlo sin veladuras, de brindar todo su cúmulo de sentimientos a través de los pinceles.
Nace en Madrid. En el año 1949 se traslada a Collado Villalba (Madrid), donde actualmente reside.
En 1960, y durante siete años, estudia en el taller del pintor de la Escuela Sevillana José Gutiérrez Valle. Es, por tanto, una pintora de "taller". Posteriormente sigue dibujando en el Circulo de Bellas Artes de Madrid y asiste a varios concursos de arte actual.
En los años 80 visita y estudia arte en París, Londres, Roma y Venecia, adentrándose cada día en las técnicas ya aprendidas en Madrid. Después de varias exposiciones de menos importancia, en 1987 expone en Londres en la Galería Sammer, y posteriormente en Madrid, El Escorial, Barcelona, Palma de Mallorca, Zaragoza, etc.
El desnudo de la figura femenina protagoniza la obra de una gran artista que retrata en sus lienzos la delicadeza, los sentimientos y las emociones que recorren la mente de una mujer.
Con una técnica depurada logra en los cuerpos una frescura traslúcida evitando las sombras no opacas. El óleo y el pastel con una utilización de la técnica a punta de lápiz en el dibujo, Soledad Fernández propone una perspectiva de la mujer que inspire tranquilidad, armonía y fecundidad.
Fernández recurre a la figura femenina con un estilo delicado y "nunca agresivo". Ha elegido a la mujer como protagonista de sus lienzos porque confiesa conocer los valores de su forma, "como mujer conozco el cuerpo y sus sentimientos". Intenta reflejar amor, cariño y belleza. En un papel secundario, pero sin restarle importancia, el hombre también ha tomado parte en su obra. En menos ocasiones se ha dedicado a pintarlo, pero sabe enfrentarse igualmente al desnudo masculino.
Los desnudos pertenecen a gente de su entorno,
"Son mis hijas, mi hermana, yo siempre pinto personas o cosas por las que siento un afecto, a las que quiero, y esto se refleja en los lienzos".
La pintora parte siempre de la realidad, pero no evita la ensoñación, el surrealismo.
"Siempre pinto en unos escenarios que no son los normales, porque un desnudo entre papeles, entre plásticos, lo convierten en una obra realmente surrealista. Creo que estoy inmersa en aquello que se llamaba realismo mágico, cuyos orígenes quedan lejos, pero que yo creo que sigue existiendo, que está en la mente de muchos artistas que queremos hacer algo fantástico, algo que lleve nuestras obras más allá de lo prosaico de la vida cotidiana"