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martes, 29 de julio de 2014

ÁNGELA FIGUERA AYMERICH - ANTOLOGÍA POÉTICA - EL DESGARRO DE UNA MUJER LUCHADORA



Mujer de barro


Mujer de barro soy, mujer de barro:
pero el amor me floreció el regazo.

Mujer

¡Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor, perfume!...


Flor, no: florezco. Exhalo sin mudarme.

Me entregan la simiente: doy el fruto.

El agua corre en mí: no soy el agua.

Árboles de la orilla: dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.

Ave que vuela, no: seguro nido.


Cauce propicio, cálido camino
para el fluir eterno de la especie.





Unidad 


Si todos nos sintiéramos hermanos.
(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra sangre?)
Si nuestra alma se abriera (¿No es igual a otras almas?)
Si fuéramos humildes. (El peso de las cosas,
¿no iguala la estatura?)


Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.


Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve;
aún más allá del oro y de la espada.


Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.


Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos serenando la frente,
y empujáramos recio con el puño y la espada,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.


(Los días duros (1953)






Nadie sabe


Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.


Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.


Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.


Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.


Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.


Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.


Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.





El fruto redondo


Sí, también yo quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie...
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.





Culpa


Si un niño agoniza, poco a poco, en silencio,
con el vientre abombado y la cara de greda.
Si un bello adolescente se suicida una noche
tan sólo porque el alma le pesa demasiado.
Si una madre maldice soplando las cenizas.
Si un soldado cansado se orina en una iglesia
a los pies de una Virgen degollada, sin Hijo.
Si un sabio halla la fórmula que aniquile de un golpe
dos millones de hombres del color elegido.


Si las hembras rehuyen el parir. Si los viejos
a hurtadillas codician a los guapos muchachos.
Si los lobos consiguen mantenerse robustos
consumiendo la sangre que la tierra no empapa.


Si la cárcel, si el miedo, si la tisis, si el hambre.
Es terrible, terrible. Pero yo, ¿qué he de hacerle?
Yo no tengo la culpa. Ni tú, amigo, tampoco.
Somos gente honrada. Hasta vamos a misa.
Trabajamos. Dormimos. Y así vamos tirando.
Además, ya es sabido. Dios dispone las cosas.


Y nos vamos al cine. O a tomar un tranvía.





Balance


Es hora de echar cuentas. Retiraos.
Dejad ese bullicio del paseo,
la mesa del café, la santa misa,
y el bello editorial de los periódicos.
Entrad en vuestra alcoba. Echad la llave.
Quitaos la corbata y la careta,
iluminad el fondo del espejo,
guardad el corazón en la mesilla,
abríos las pupilas y el costado.
Poneos a echar cuentas, hijos míos.


Tú, invicto general de espuela y puro,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas.
Toma tus muertos uno a uno, ciento
a ciento, mil a mil, cárgalos todos
sobre tus hombros y desfila al paso
delante de sus madres.


Y tú, ministro, gran collar, gran banda
de tal y cual, revisa, echa tus cuentas.
Saca tu amada patria del bolsillo
como un pañuelo sucio sin esquinas.
Extiéndelo y sonríe a los fotógrafos.


Y tú, vientre redondo, diente astuto,
devorador del oro y de la plata,
señor de las finanzas siderales,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas,
púrgate el intestino de guarismos
y sal si puedes que te dé la lluvia.


Tú, gordo y patriarcal terrateniente
esquilador de ovejas y labriegos.
Tú, cómitre del tajo y la galera,
azuzador de brazos productivos.
Tú, araña del negocio. Tú, pirata
del mostrador. Y tú, ganzúa ilustre
de altos empleos, ávida ventosa
sobre la piel más débil, echa cuentas,
medita y examínate las uñas.


Y tú, señora mía y de tu casa,
asidua del sermón y la película,
tú, probo juez de veinte años y un día,
tú, activo funcionario de once a doce,
y tú, muchacha linda en el paseo;
tú, chico de familia distinguida
que estudias con los Padres y no pecas.


Y tú, poeta lírico y estético,
gran bebedor de vino y plenilunios,
incubador de huevos de abubilla
en los escaparates fluorescentes,
sumad, restad, haced vuestro balance,
no os coja el inventario de sorpresa.


Tú no, pueblo de España escarnecido,
clamor amordazado, espalda rota,
sudor barato, despreciada sangre,
tú no eches cuentas, tienes muchas cifras
de saldo a tu favor. Allá en tu día,
perdónanos a todos nuestras deudas,
perdónanos a todos en tu nombre
y hágase al fin tu voluntad
así en España
como en el cielo.


(Belleza cruel, 1958)





Cañaveral


Entre las cañas tendida;
sola y perdida en las cañas.


¿Quién me cerraba los ojos,
que, solos, se me cerraban?


¿Quién me sorbía en los labios
zumo de miel sin palabras?


¿Quién me derribó y me tuvo
sola y perdida en las cañas?


¿Quién me apuñaló con besos
el ave de la garganta?


¿Quién me estremeció los senos
con tacto de tierra y ascua?


¿Qué toro embistió en el ruedo
de mi cintura cerrada?


¿Quién me esponjó las caderas
con levadura de ansias?


¿Qué piedra de eternidad
me hincaron en las entrañas?


¿Quién me desató la sangre
que así se me derramaba?


...Aquella tarde de Julio,
sola y perdida en las cañas.




No quiero


No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.


No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.


No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.


No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.


No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.


No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.


No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.


No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.


No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.


No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO






Todas las pinturas son de René Magritte, en concordancia con la poesía de esta gran mujer. "La vida me obliga a hacer algo, por eso pinto"



Ángela Figuera Aymerich, (Bilbao, 1902 - Madrid, 1984) poeta española.

Combinó en sus textos su condición de mujer (a través de poemas sensuales en donde el cuerpo femenino tiene un papel medular) con su condición de ciudadana que pide justicia social. 

Proveniente de una familia de bajos recursos, por encima de impedimentos familiares y sociales, en 1932 logró finalizar sus estudios de Filosofía y Letras, ese mismo año se casa con Julio Figuera. En 1935 da a luz a un niño que muere al poco tiempo de nacer (maternidad y ternura son constantes temáticas en su obra). 

Al desatarse la guerra, su esposo se alista en las milicias republicanas y Ángela, embarazada nuevamente, permanece en Madrid, donde nace su hijo Juan Ramón. Más tarde se traslada a Soria, donde logra escribir con cierta tranquilidad. 

En 1948 aparece su primer poemario Mujer de barro, a este sigue Soria pura (1949). Se trata de dos obras intimistas en las que se refleja la mujer que vuelve a ser feliz tras tanta muerte y desastre, la persona realizada en el ámbito familiar y en el amor, aunque ambos libros en aquél momento, fueron censurados por "exceso de sensualidad", siguió su carrera literaria. 

Sus libros siguientes se incluyen dentro de la tendencia de la poesía social, entre éstos, destacan: Vencida por el ángel (1950), El grito inútil (1952), Víspera de la vida (1953), Los días duros (1953), Belleza cruel (1958), aparecido en México con prólogo de León Felipe, y, finalmente, Toco la tierra. Letanías (1962). Sus últimos textos los dedica a los niños: Cuentos tontos para niños listos (1979) y Canciones para todo el año (1984). Murió a los 82 años en Madrid.






Fuentes:


http://amediavoz.com/figuera.htm


http://red.ilce.edu.mx/


domingo, 6 de julio de 2014

ME EMBRUJASTE - COPLA FLAMENCA DE CARLOS CANO

No se por donde me vino
este querer sin sentir,
ni se por que desatino
todo cambio para mi.
Por que hasta el alma se me iluminó
con luces de aurora al anochecer,
Por qué hasta el pulso
se me desbocó y toda mi sangre
se puso de pie.


Chula de ojos verdes, H. Anglada Camarasa

Me miraste, me miraste
y toda mi noche
oscura de pena ardió de lucero,
me embrujaste, me embrujaste
y un rio de copla cantó
por mis venas tu amor verdadero.
Si estaré mi vida soñando
y tendré que despertar
lo que a mi me esta pasando
no es mentira ni verdad.


Kees van Dongen

¿Qué me diste? ¿qué me diste?
que asi me has cambiado
de nieve en hoguera de roja pasión
no me aleje tu vera
que sin ti no hay pa' mi remisión.
No estas viendo
que al llamarte como loca
desde el alma hasta la boca
se me sube el corazón.



Granadina, H. Anglada Camarasa

No se si hay otra que quiera
con la pasión que yo a ti,
vivir de esta manera
más que vivir es morir,
por que me despierto
temblando a sola
y miro a la calle
desierta y sin luz,
por que tengo la corazoná
de que vas a darme
sentencia de cruz.



Sevillana, H. Anglada Camarasa

Me miraste, me miraste
y al mundo mis ojos
de frente a los tuyos
brillaron de celos.
Me embrujaste, me embrujaste
y igual que la arena
mi torre de orgullo
vinieron al suelo.
Si será de brujería
el néctar de tu querer,
que la luz de mi alegría
la oscurece tu con el.


Valenciana, H. Anglada Camarasa

¿Qué me diste? ¿qué me diste?
que así me has cambiado
de nieve en hoguera de roja pasión
no me aleje tu vera
que sin ti no hay pa' mi remisión.
No estas viendo
que al llamarte como loca
desde el alma hasta la boca
se me sube el corazón.


El maravilloso Carlos Cano




domingo, 15 de junio de 2014

LA MUJER GITANA - H. ANGLADA CAMARASA Y LORCA

Baile flamenco, 1902

El baile gitano fue uno de motivos predilectos del pintor Hermen Anglada-Camarasa, quien ya en los primeros años de estancia en París se sintió atraído por esta temática folclórica, que hacía tiempo estaba de moda en Europa, y en la que dio protagonismo a la figura femenina. 

Fue en París alrededor de 1900 cuando creó sus primeras obras sobre este tema, paralelamente a las escenas nocturnas. Las gitanas de apariencia exótica, expresivas, con cuerpos ondulantes y vestidos de vivos colores, fueron su objeto predilecto, acompañadas en sus bailes por guitarristas. 


Zambra

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Lorca, romancero gitano


Gitanas y perros

Arabesco

Baile gitano



(...) Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Lorca, romancero gitano


La gitana de las granadas


La imagen de la mujer gitana y desafiante resultaba muy atractiva, y se convirtió en personificación del tópico exótico español tan buscado por los extranjeros, hasta el punto de considerarla versión española de la femme fatale.

Anglada compartió esta pasión por el baile gitano, y por el espectáculo que en sí significaba, hasta tal punto que nunca dejó de realizar este tipo de escenas, le permitían profundizar en el interés por la anatomía del cuerpo femenino en frenesí gracias a un baile que requería tanta expresividad.


Andares de gitanas

Gitana con niño

Gitana  paseando

La Carmen está bailando
por las calles de Sevilla.
Tiene blancos los cabellos
y brillantes las pupilas.

¡Niñas,
corred las cortinas!

En su cabeza se enrosca
una serpiente amarilla,
y va soñando en el baile
con galanes de otros días.

¡Niñas,
corred las cortinas!

Las calles están desiertas
y en los fondos se adivinan,
corazones andaluces
buscando viejas espinas.

¡Niñas,
corred las cortinas!

Lorca, Baile, cante jondo.


Desnudo bajo la parra, 1913


Dibujo preparatorio para desnudo bajo la parra, 1909.





Gitana desnuda bailando




Acompañando a estas pinturas, presento además varios dibujos que el artista realizó a modo de apuntes, y que fueron concebidos probablemente a raíz de su interés por el estudio del movimiento, en los que se aprecia el carácter intuitivo y sensual de la danza.


sábado, 19 de abril de 2014

POEMA TONTO V - SILVIA DELGADO


(A veces el miedo nos
corta las alas,
ata nuestras manos
y nos atenaza la mirada)


Didier Lourenço


Soy una mujer y tengo miedo.
No a la muerte que ha de llegar tarde o temprano.
No a la soledad que tantas veces me hace compañía.
Tengo miedo a despertarme un día entre bostezos, a mirar pa otro lado, a dejar por las esquinas la ternura con la que contemplo el mundo.
Tengo miedo a cerrar por dentro mi corazón, a coser sus párpados, a sellar sus labios.
Tengo miedo a dejarme caer y clavar las rodillas en una rendición egoísta.
Tengo miedo a que tú ya no me importes.

O tú,
o tú
o tus banderas.

Tengo miedo, joder.
Tengo miedo a perder el coraje.
Tengo miedo a firmar con la indiferencia un armisticio.
A declararme en permanente apatía.

En definitiva:

Tengo miedo a vivir esta vida sin una pizca de rebeldía.


POEMA TONTO V - SILVIA DELGADO - (Ella, Silvia, lo dice mejor, sus palabras me taladran, por tanta certidumbre)

http://silviadelgadofuentes.blogspot.com.es/


sábado, 5 de abril de 2014

JULIA PERAIRE - EL AMOR INCONDICIONAL Y MUSA DE RAMÓN CASAS

Pintura: Julia Peraire en el claustro de San Benet de Bages 1925, Ramón Casas. (Barcelona, 5 de enero de 1866 - 29 de febrero de 1932)



El claustro rezuma sosiego; el silencio es su sinónimo. Apenas los pájaros cantan. Una brisa cautivadora susurra quedamente. La hierba, tímidamente crecida, se inclina acariciadoramente sobre el suelo. Si aguzamos el oído podremos escuchar un leve silbido: es el canto del suave viento. Contenemos la respiración: no deseamos que el callado hechizo se rompa. No movemos ni un solo músculo. Sentimos calor y frío, sin extremos: detrás, el fresco claustro; delante, los cálidos rayos atemperan nuestro cuerpo.

Un resto de humedad latente mezclado con aroma de tierra y un toque fino de perfume. Aspiramos despacio, paladeando cada recuerdo, alojándolo en la memoria perdida de los aromas.

Una vaporosa figura femenina posa, impávida, admirando las piedras de siglos, los susurros de antaño. Contrasta el delicado vestido que porta con la dureza de las rocas. Una mariposa posada apaciblemente. Si emitimos cualquier sonido volará.

Los rayos del sol se filtran entre las hojas del árbol. Vegetación y mujer, sólo ambos viven, solo por sus venas circula la savia. Julia permanecerá sentada meditando en el claustro para la eternidad.

Con 40 años se enamora de una joven que vende lotería y periódicos junto a su madre, recorriendo las populosas calles de Barcelona, una chica de 18 años, Julia Peraire, que le atrapa. Él, que nunca se había interesado por ninguna mujer, salvo para pintarlas. Viven juntos en una relación que escandaliza a la burguesía barcelonesa. Y después de 16 años de convivencia se casan, aún así esa sociedad sigue escandalizada, a Casas y Julia no les importa, entonces él tenía 56 años y ella 34.

Julia y Casas vivirán juntos, amándose, otros 10 años más tras la boda. En 1932, Ramón muere y nada vuelve a saberse de Julia, quedará sólo su imagen, para siempre, en los lienzos del pintor.

De Julia Peraire, apenas se sabe nada, pero ha pasado a la Historia inmortalizada, siempre bellísima, por el más brillante pintor impresionista español.

Pinta a Julia, una y diez y cien y mil veces, desafiando los convencionalismos. De flamenca, de cordobesa, de mujer fatal, distintas visiones de una misma mujer:




Julia

Julia, 1915

Julia con pañuelo azul

Vestida de cordobesa, 1915

Con mantilla

Con mantilla y abanico




Con mantilla y abanico II




En la habitación






Julia, boceto

Julia, boceto

Julia, interior 




En el baño




Julia, desnudo femenino


Bueno, y así podíamos seguir casi sin fin porque hay muchas pinturas de esta mujer singular, llamada maldita en la sociedad que le tocó vivir, la hipocresía y doble moral que seguimos teniendo a día de hoy. 


Mujer hermosa, musa, amante, compañera de un gran hombre. 



¡¡ Amad el arte !! entre todas las mentiras es la menos mentirosa. 


Gustave Flaubert