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miércoles, 15 de julio de 2020

LA NÁUSEA - JEAN PAUL SARTRE (EL VÉRTIGO QUE GENERA LA EXISTENCIA)

Náusea: Es la experiencia filosófica fundamental. Sensación que nos produce la realidad al comprender su gratuidad, su contingencia absoluta.


La describe de forma extraordinaria Jean Paul Sartre en la novela La Náusea, (1938):

"Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar... eso es la Náusea". (fragmento)

La náusea aparece al sentir el carácter absurdo de la existencia, al captar la realidad como algo superfluo, contingente;

Los existentes (nosotros incluidos) venimos de la nada, existimos sin justificación alguna y terminaremos en la nada.

Hemos sido arrojados a la existencia, y del mismo modo seremos arrojados a la muerte. 


"Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad."



Sinopsis:


Después de haber pasado unos años viajando, Antoine Roquentin, hombre de treinta años que disfruta de una modesta renta, se halla instalado en la ciudad portuaria de Bouville dedicado a escribir un libro sobre un turbio aristócrata del siglo XVIII. Sin embargo, un día se ve asaltado por una sensación desconocida, la Náusea, cuya revelación como el sentimiento radical de la contingencia y la soledad del ser humano cambiará por completo su vida de sentido. 




*.- Cuando leí esta novela por primera vez, hace casi dos décadas, supe de inmediato que contenía algo importante, algo que se revelaba allí, entre sus páginas, y me tocaba, aunque yo no lo alcanzara a definir a ciencia cierta. Con el tiempo, me he dado cuenta de que lo que sentía entonces era miedo; no es fácil convencerse de que hemos sido arrojados, y que vivimos en un mundo con pocos asideros. 

Como Sartre, pienso que la obra, si bien enfrenta al lector a una situación límite, nunca busca sumirlo en la quietud, y mucho menos, en el desespero. Lo que sucede es que la novela se fundamenta en un ámbito de crisis, en donde los valores convencionales y los fines mismos de la existencia empiezan a flaquear, hecho que insta al ser humano a reinterpretarse a partir de la inquietante certidumbre de su finitud y contingencia.

Frases y fragmentos sueltos del libro, aquellos que tienen que ver con "el vértigo que genera la existencia":


"Echo a andar. El viento me trae el grito de una sirena. Estoy solo, pero camino como un ejército que irrumpiera en una ciudad. En este momento hay navíos resonantes de música en el mar; se encienden luces en todas las ciudades de Europa; nazis y comunistas se tirotean en las calles de Berlín; obreros sin trabajo callejean en Nueva York; mujeres delante del espejo, en habitaciones caldeadas, se ponen cosmético en las pestañas. 

Y yo estoy aquí, en esta calle desierta, y cada tiro que parte de una ventana de Neukölln, cada vómito de sangre de los heridos, cada ademán menudo y preciso de las mujeres que se engalanan, responde a cada uno de mis pasos, a cada latido de mi corazón (…) Frente al pasaje Gillet ya no sé qué hacer. ¿Acaso no me aguardan en el fondo del pasaje? Pero también en la Plaza Ducoton, al final de la calle Tournebride hay cierta cosa que me necesita para nacer. Estoy lleno de angustia: el menor gesto me compromete. No puedo adivinar qué quieren de mí. Sin embargo, es preciso escoger; sacrifico el pasaje Gillet, ignoraré para siempre lo que me reservaba". (Págs. 89-90)


Es extraño que todo me dé lo mismo; me espanta. Pág. 157 

Un sacerdote avanza a pasos lentos, leyendo su breviario. Por momentos levanta la cabeza y mira el mar con aire aprobador: también el mar es un breviario, habla de Dios. Pág. 159 

El verdadero mar es frío y negro, lleno de animales; se arrastra bajo esta delgada película verde hecha para engañar a las gentes. Pág. 159 

Desearía tanto abandonarme, olvidarme, dormir. Pero no puedo, me sofoco: la existencia me penetra por todas partes, por los ojos, por la nariz, por la boca... Pág. 161 

… yo estaba de más para toda la eternidad. Pág. 164 

… pensaba sin palabras en las cosas, con las cosas. Pág. 164 

En realidad, todo lo que pude comprender después se reduce a este absurdo fundamental. Pág. 165 

Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Pág. 167 

No me disgustaba ver algo en movimiento; me desviaba de todas aquellas existencias inmóviles que me miraban como ojos fijos. Me decía, siguiendo el balanceo de las armas: los movimientos nunca existen del todo, son pasos intermediarios entre dos existencias, tiempos débiles. Pág. 168 

… la existencia no tiene memoria, no conserva nada de los desaparecidos ni siquiera un recuerdo. Pág. 169 

Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad. Pág. 170 

… la existencia es un lleno que el hombre no puede abandonar. Pág. 170 

-Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerme a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré. Pág. 183-184 

Cuando representábamos el aventurero y la aventurera, tú eras aquel a quien suceden aventuras, yo la que las hace suceder. Pág. 190 

-Vivo el pasado. Vuelvo a tomar todo lo que me ha sucedido y lo arreglo. De lejos, así, no está mal, uno casi se dejaría posesionar. Toda nuestra historia es bastante buena. Le doy unos toques y sale una serie de momentos perfectos. Entonces cierro los ojos y trato de imaginarme que vivo todavía dentro. Pág. 192 

No estoy simplemente abrumado porque la dejo; tengo un miedo horrible de volver a mi soledad. Pág. 194



En La náusea, el protagonista se ve inútil como las raíces del árbol.

lunes, 22 de febrero de 2016

JEAN-PAUL SARTRE Y SIMONE DE BEAUVOIR - UN AMOR NECESARIO


Jean Paul Sartre conoció a Simone de Beauvoir un día de examen. Examen de filosofía, curiosamente. En París, 1929. Ella tenía 21 años y él 24. Ambos estudiaban en la École Normale Supérieure de París. Se habían visto en un par de clases pero, con toda probabilidad, no se recordaban. Demasiado ocupados estaban con sus cosas. Tanto, que al poco de conocerse, Jean Paul Sartre empezó a llamar a Simone "el castor". ¿en qué momento se convierte en amor?

Pareja liberal y sin tapujos, establecieron que su relación se regiría por la poligamia, primeramente porque ambos rechazaban el matrimonio, pues ésta era una forma burguesa de vida, además de alegar que lo de ellos se trataba de un amor necesario, mientras que los demás eran amores contingentes.

La pareja atravesó por muchas vías, esquemas, tabúes y tradiciones hasta encontrar el modo de amarse que les era propio: ese donde uno "simplemente" es con el otro.





Mi querida chiquilla


Por mucho tiempo he querido escribirte por la tarde luego de esas salidas con amigos que pronto estaré describiendo en "A Defeat", del tipo donde el mundo es nuestro. 

Quise traerte mis alegrías de conquistador y postrarlas a tus pies, como hacían en la Era del Rey Sol. Y luego, agotado por el griterío, siempre me iba simplemente a la cama.

Hoy lo hago para sentir el placer que tú aún no conoces, de virar abruptamente de amistad a amor, de fuerza hacia ternura. Esta noche te amo en una manera que aún no conoces en mí: no me encuentro ni agotado por los viajes ni envuelto por el deseo de tu presencia.

Estoy dominando mi amor por ti y llevándolo hacia mi interior como elemento constitutivo de mí mismo. Esto ocurre mucho más a menudo de lo que lo admito frente a ti, pero rara vez cuando te escribo. Trata de entenderme: te amo mientras prestas atención a cosas externas. En Toulouse, simplemente te amaba. Esta noche te amo en una tarde de primavera. Te amo con la ventana abierta. Eres mía, y las cosas son mías, y mi amor altera las cosas a mi alrededor y las cosas a mi alrededor alteran mi amor. (...)

Estoy algo nervioso, porque empiezo a esperar sus cartas con esfuerzo. Piense usted, por favor, que desde el sábado no he recibido ninguna. Hace diez años que la conozco y es la primera vez que ocurre esto. Amor mío, cómo me gustaría recibir noticias suyas.

Mi encantador Castor, que ya me ha ofrecido diez años de felicidad, la amo a usted y la beso con todas mis fuerzas. 

Te amo con todo mi corazón y toda mi alma.


Jean Paul Sartre. (carta que le escribió en 1929)



*.- Sartre llamaba a Simone "el Castor", debido a su intensa dedicación a las labores intelectuales: "usted trabaja tanto como un pequeño castor". Desde los inicios, Sartre y el Castor deciden basar su relación en la honestidad y la libertad. Cada uno poseía independencia económica, sentimental y sexual: no estuvieron casados, no vivieron juntos y no tuvieron hijos. Juntos recorrieron el mundo exponiendo sus ideas acerca del existencialismo, destacando siempre la importancia de asumir la propia libertad.





Una de las parejas más recordadas en la literatura. De cuyo amor han quedado centenares de cartas y escritos. Él, apasionado de la filosofía y figura imprescindibles del existencialismo; ella, aferrada a las ideas feministas y mujer audaz y fuerte.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

JEAN PAUL SARTRE - ¡ QUÉ LARGA SERPENTINA ES ESA SENSACIÓN DE EXISTIR !



"Si por lo menos pudiera dejar de pensar. Los pensamientos son lo más insulso que hay, más aún que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y además, dentro de ellos están las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupción. Sigue, sigue y no termina nunca. Yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo." 


¡Qué larga serpentina es esa sensación de existir!


JEAN PAUL SARTRE (fragmento de La náusea)




lunes, 7 de octubre de 2013

LA CEREMONIA DEL ADIÓS. CONVERSACIONES CON JEAN-PAUL SARTRE - SIMONE DE BEAUVOIR

La vejez y la muerte: dos temas sobre los cuales Simone de Beauvoir ha escrito páginas inolvidables. En La Ceremonia del adiós, la vejez y la muerte que narra son las de su compañero de toda una vida en las empresas del conocimiento y la lucha social. 
Relato preciso, implacable, conmovedor, Simone de Beauvoir inicia este libro con un informe basado en el diario personal que llevó entre 1970 y 1980 en el cual muestra a Jean-Paul Sartre acosado por los dolorosos pormenores de la vejez. (...) Pero la imagen de Sartre no resulta empequeñecida: al contrario, Simone de Beauvoir logra transmitir la imagen de una radiante lucidez que no se rinde ante la usurpación de la muerte. 
La segunda parte de esta obra es el registro de las conversaciones entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre en Roma durante el verano de 1974 y terminadas ese mismo año, en el otoño de Paris. 
En ellas surge Sartre por entero, remontando las etapas de su filosofía, su literatura y hasta su vida, iluminada en una multiplicidad de aspectos: los amigos, la familia, la política, la pintura, la música, el sexo. Toda una lección de aprendizaje para vivir y de supremo entrenamiento para la muerte.

¡Qué gran mujer!


Libro escrito después de la muerte de Sartre, donde hay una larga entrevista con él, precedida de una introducción en la que Beauvoir cuenta los últimos años de Sartre, sus actividades, sus sueños, sus ganas de vivir, conviviendo con la enfermedad y y la muerte. 
Sartre muere sin quejas, sereno, como dice ella, sabiendo que había hecho lo que tenía que hacer. Ese día ella llega al hospital, le anuncian que ya se ha ido, se queda dormida a su lado, se pregunta si debió haberle dicho que estaba realmente grave, pero resuelve moralmente su problema: no hubiese sino ensombrecido sus últimos días de vida. Y escribe esto: Su muerte nos separa. Mi muerte no nos reunirá. Es así; es ya bastante hermoso que nuestras vidas se hayan acordado por tanto tiempo.

La vida de Sartre y Beauvoir se ajusta a su idea de vida compartida, con la generosidad que supieron afrontarse en sus límites y en sus momentos más extraordinarios, con el apoyo mutuo, la complicidad, y la amistad. Un recorrido. Sartre nunca dejó sola a Beauvoir y ella, jamás dejó a Sartre, su relación tiene múltiples lecturas, ninguna la petrifica y por eso están siempre vivos.

Pero, se sabe, hay otros límites, mucho más sutiles. "Vidas de acuerdo" fue la certera expresión que usó Beauvoir. ¿Y qué pasa cuando ese acuerdo se rompe? ¿Cómo se reconoce esa ruptura? ¿Se produce de golpe, como un cataclismo, o es la consecuencia de una pequeña, casi imperceptible grieta que, de tan mínima, no se advierte, ni se toma en cuenta en su momento? ¿Hay señales de alerta, especie de detectores sísmicos de una relación? ¿Los desacuerdos son altisonantes o se manifiestan en silencio, casi en sordina? ¿Cómo saber si el amor que se proclama, y que se cree sentir, es realmente amor, y no rutina, comodidad, tedio o miedo, disfrazados con los ropajes del amor? Hay una escena, cruel, pero a cuya observación resulta difícil sustraerse: una pareja, sentada frente a frente, a la mesa de cualquier restaurante, sin cruzar palabra, incluso hasta sin mirarse, durante horas. Testigos involuntarios, a veces se nos antoja preferible que griten, o discutan: aun en la pelea puede haber un signo de interés por el otro. La indiferencia, en cambio, es letal.


martes, 30 de octubre de 2012

ESTAMOS SOLOS, SIN EXCUSAS - JEAN-PAUL SARTRE

Los seres humanos ni siquiera se conocen a sí mismos,
lo único que sabemos es que el ser humano
es distinto a los perros y a los gatos, 
y tienden a pensar que lo conocen todo..




Si, por otra parte, dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, ni justificaciones ni excusas. 
Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré al decir que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. Jean-Paul Sartre.


*.- Según vemos, el hombre comienza por existir. Sartre, al igual que el resto de los existencialistas, le otorga a la palabra existir su sentido etimológico: ir hacia fuera, proyectarse en la realidad. 

El hombre es proyecto y como proyecto está siempre haciéndose. Al tener ante sí un abanico de posibilidades, el hombre elige. Esta elección conlleva una responsabilidad que va más allá de su estricta individualidad, e involucra a todos los hombres.

viernes, 6 de julio de 2012

LA EXTRAÑA Y DURADERA RELACIÓN ENTRE JEAN PAUL SARTRE Y SIMONE DE BEAUVOIR ...


La extravagante y turbia alianza entre Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir duró cincuenta y un años. Ambos disfrutaron de diferentes amantes, generalmente jóvenes discípulas que acostumbraban a compartir. Se trataban entre ellos de usted y nunca llegaron a vivir juntos. A menudo elegían cuartos contiguos en los hoteles o vivían en apartamentos separados dentro del mismo barrio parisino. No se sabe claramente cómo Sartre llegó a engatusarla y mantener su dominio durante tanto tiempo; su control sobre ella era fundamentalmente de carácter intelectual. 

Según Paul Johnson, Sartre pensaba en las mujeres en términos de victoria y ocupación. En los últimos años han visto la luz cartas y otros papeles íntimos que revelan nuevos y sorprendentes matices de la personalidad de ambos. La correspondencia entre la escritora feminista Simone y el padre del existencialismo, que el propio Sartre quería ver publicada después de su muerte, nos muestra una imagen del autor de El ser y la nada no excesivamente favorecedera, por no decir bastante ruin. 

También la guapa e inteligente Simone resulta ser una mujer mucho más vulnerable y frágil de lo que permitía intuir su ideología feminista y su aspecto de mujerona fría y voluntariosa. Sin embargo, desde joven supo que "mis apetitos físicos eran mayores de lo que yo hubiera querido" y descubrió entonces que, ante la llamada del cuerpo, cualquier hombre serviría, lo que parece turbador. Pasión y cabeza se enfrentaban. Fue esta lucha, según escribe Appignanesi, lo que "la condujo a sus tempranas relaciones homosexuales, a menudo durante las ausencias de Sartre". 

Simone era una mujer altiva, y se consideraba superior a casi todo el mundo menos a Sartre. Su talón de Aquiles fue, única y exclusivamente, "su querido pequeño" Sartre. De hecho, no tuvo ningún reparo en sacrificar su amor transatlántico y maduro con el escritor norteamericano Nelson Algreen cuando Sartre le pidió que regresara a Francia para ayudarle a corregir un manuscrito. Simone, sin pensarlo dos veces, acudió a la llamada de su amado amo, dejando atónito y compungido a Algreen. El escritor norteamericano fue una de sus muchas víctimas; murió a los setenta y dos años debido al sofocón que le produjo el impudor y el mal uso que Simone había dado a su relación, publicándola en sus memorias y convirtiéndola en novela en Los mandarines, obra que obtuvo el Premio Goncourt..

PAULA IZQUIERDO, Sexoadictas o amantes, Belacqva, Barcelona, 2007, págs. 132 y 133