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viernes, 24 de enero de 2014

VENTANA SOBRE EL MIEDO - EDUARDO GALEANO



Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse.


La industria del miedo
El miedo es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad privada y del control social. Una demanda firme sostiene el negocio. La demanda crece tanto o más que los delitos que la generan, y los expertos aseguran que así seguirá siendo. Florece el mercado de las policías privadas y las cárceles privadas, mientras todos, quien más, quien menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y prisioneros del miedo.
El miedo global
* Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
* Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
* Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
* Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
* La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje miedo de decir.
* Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.


* Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
* Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
* Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisiónmiedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
* Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir…
El hambre desayuna miedo.


Eduardo Galeano, Montevideo 1940

miércoles, 22 de enero de 2014

ÉXODO - ÁNGELA FIGUERAS AYMERICH

Yo pasaré y apenas habré sido,
(frágil destino de mi pobre arcilla).

Hijo, cuando yo no exista,
tú serás mi carne, viva.
Verso, cuando yo no hable,
tú, mi palabra inextinta.


Pablo Picasso

Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

Ángela Figuera Aymerich, poeta española nacida en Bilbao en 1902


lunes, 20 de enero de 2014

MIRADA FINAL - VICENTE ALEIXANDRE

La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado,
caídos, derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.


Francesco Hayez

Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén y,
revuelto con la tierra súbita, se levanta
y casi no puede reconocerse. Y se mira y se sacude
y ve alzarse la nube de polvo que él no es,
y ve aparecer sus miembros, y se palpa:
Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo,
y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies
y él emerge, no sé si dolorido, no sé si brillando,
y alza los ojos y el cielo destella con un pesaroso resplandor,
y en el borde se sienta y casi siente deseos de llorar.
Y nada le duele, pero le duele todo.
Y arriba mira el camino, y aquí la hondonada, aquí donde sentado
se absorbe y pone la cabeza en las manos;
donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado
toda la vida como un instante, me miro. ¿Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida?
¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca,
cuando me reconozca y despierte, recién levantado de la tierra,
y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?


No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra
que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma,
hubiera al fin de expulsar. No: alma más bien en que todo yo he vivido,
alma por la que me fue la vida posible y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos,
con los que mi alma contigo todo lo mira, contemple con tus pupilas,
con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.






Vicente Aleixandre, el surrealismo marca gran parte de la producción del sevillano (1898-1984), que, más tarde, se acercará a la poesía social y a la poesía filosófica y elegíaca.