Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
—sin embargo tan vívido— y el frío
repentino que casi sobrecoge.
La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.
Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.
Es sin duda el momento de pensar
que el hecho de estar vivo exige algo,
acaso heroicidades —o basta, simplemente,
alguna humilde cosa común
cuya corteza de materia terrestre
tratar entre los dedos, con un poco de fe?
Palabras, por ejemplo.
Palabras de familia gastadas tibiamente.
Amada mía, remordimiento mío,
la nuit c’est toi cuando estoy solo
y vuelves tú, comienzas
en tus retratos a reconocerme.
¿Qué daño me recuerda tu sonrisa?
¿Y cuál dureza mía está en tus ojos?
¿Me tranquilizas porque estuve cerca
de ti en algún momento?
Como los sueños, más allá
de la idea del tiempo,
hechos sueños de sueño os llevo,
días de Pagsanján.
En el calor, tras la espesura,
vuelve el río a latir
moteado, como un reptil.
Y en la atmósfera oscura
bajo los árboles en flor,
—relucientes, mojados,
cuando a la noche nos bañábamos—
los cuerpos de los dos.
Las horas no han pasado, todavía,
y está mañana lejos igual a un arrecife
que apenas distingo.
Ese país tranquilo
cuyos contornos son los de tu cuerpo
da ganas de morir recordando la vida,
o de seguir despierto
—cansado y excitado— hasta el amanecer.
A solas con la edad, mientras tú duermes
como quien no ha leído nunca un libro,
pequeño animalito: ser humano
—más franco que en mis brazos—,
por lo desconocido.
Jaime Gil de Biedma
(13/11/1929 - 08/01/1990 - Barcelona)
Poeta español, fue un destacado miembro de la llamada Escuela de Barcelona, integrada también por Gabriel Ferrater, Carlos Barral y Juan Marsé. En 1968 apareció Poemas póstumos y en 1974 publicó Diario de un poeta seriamente enfermo, sus memorias. A partir de 1974, y coincidiendo con un cierto desencanto de la transición, padeció una crisis que le llevó a dejar la vida literaria y se recluyó en un férreo nihilismo.
Fue una de las primeras víctimas del sida en Barcelona y murió el 8 de enero de 1990. Su pareja, el actor Josep Madern, moriría cuatro años más tarde de la misma enfermedad, incurable por aquel entonces. Los resto de Gil de Biedma fueron enterrados en Nava de la Asunción.
Su obra poética, no es muy extensa, ha sido considerada como una de las más interesantes de su generación, la de los poetas sociales de los años cincuenta. No se limitó a utilizar la poesía para expresar una rebeldía política sino que profundizó en el uso de la palabra como material estético y en la consideración del poema como experiencia.
Tenía una poderosa inteligencia, era seductor, elegante con un toque anglosajón, buen conversador, de enorme cultura, prodigiosa memoria, era brillante, tenía sensibilidad y ternura, dominaba idiomas, era cosmopolita y, además, sentía curiosidad por todo. Desarrolló una dialéctica mortífera que llegó a ser leyenda y que, en ocasiones, le convirtió en un enemigo temible. Fustigó hasta la crueldad a cuantos a él se acercaron, sobre todo a los jóvenes poetas que le pedían consejo. Nadie, excepto quizá Ana María Moix y Juan y Joaquina Marsé, escaparon al dardo de su palabra.
Era de sexualidad potente y vigorosa, que, en combinación con el alcohol, le llevó a abismos sin límite y a una carrera hacia la destrucción. Fue, sobre todo, uno de los grandes poetas de la generación de los cincuenta, que abrió rutas literarias con apenas 80 o 90 poemas de enorme intensidad y rara perfección formal.
"Tenía un conflicto brutal consigo mismo. Se odiaba tanto que el odio le desbordaba"
Su poema preferido, No volveré a ser joven:
"Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / -como todos los jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante-.
Dejar huella quería / y marcharme entre aplausos / -envejecer, morir, eran tan sólo / las dimensiones del teatro-.
Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es el único argumento de la obra".
Intérprete de una vida múltiple y de una personalidad compleja, logró desdoblarse una y otra vez en varias identidades que, como en el poema Contra Jaime Gil de Biedma, rivalizaron hasta caer en el insulto:
".. De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa? .."
*.- Todas las pinturas son de Hermenegildo Anglada Camarasa