Últimamente he leído varios libros de distintos autores y fechas que coincidían en resaltar cómo pese a la Guerra de la Alpujarras y el decreto de expulsión de 1609 los andaluces musulmanes se las arreglaron para seguir viviendo en su tierra contribuyendo a la realidad andaluza de hoy. ¿ Fuimos conquistados por los castellanos o convertimos a los castellanos en andaluces ? ¿ Somos musulmanes de espíritu ? ¿ Está al-Andalus aún vivo o pereció en 1492 ?.
En los últimos años la búsqueda de la identidad andaluza ha llevado a numerosos nacionalistas andaluces a adoptar el Islam como religión, ancestralmente otros muchos andaluces cristianos, especialmente en el campo, creen en la Divina Providencia, que recuerda claramente a Allah, (que no es Dios sino lo más parecido a esa Divina Providencia que podemos encontrar en el cristianismo), además florecen las iniciativas culturales andalusíes (el nacionalismo andaluz también empezó con juegos florales a principios de siglo), se editan libros de éxito como el Manuscrito Carmesí de Antonio Gala sobre la vida de Boadbil, se crea en Córdoba la primera universidad islámica en Andalucía de la era moderna, Universidad Internacional Averroes de al-Andalus, los musulmanes “conversos” de toda España eligen el Albaicín granadino como residencia, se suceden los actos de ayuda al pueblo saharui, en Internet florecen las web andaluzas que derrochan tolerancia, libertad y amor por su tierra con un marcado acento andalusí o musulmán andaluz, llegando incluso a plantear el árabe como lengua co-oficial de Andalucía dentro de un amplio debate sobre la lengua andaluza.
¿Es esto casual o es fruto de una auténtica mezcla, fusión, confusión, del pueblo andaluz entre castellanos que huían de la presión feudal y buscaban su tierra prometida, y andaluces musulmanes que se las arreglaron para sobrevivir como conversos fieles a su espíritu.?
La Conquista de Granada en 1492 supone la derrota oficial de los musulmanes andaluces y su conversión paulatina unas veces, inmediata otras, al cristianismo y a los modos de vida impuestos por los conquistadores castellanos.
Es conocido, (aunque menos que el caso sefardí), que los andaluces expulsados en las distintas etapas del empuje castellano-español aún hoy día se vanaglorian de ser andalusíes viviendo en Tetuán, Salé, Fez, Xauen, Orán ó Túnez. La música andalusí sigue siendo en el Magreb la música clásica y culta como pueda ser para nosotros la música de Turina ó Falla, pero poco se ha difundido sobre la existencia de andaluces moriscos o musulmanes en espíritu, en muchos casos sin saberlo ellos mismos, en nuestra Andalucía.
Las sucesivas revueltas culminadas en la Guerra de las Alpujarras de 1568-1571 y el decreto de expulsión de todos los moriscos en 1609 confirman oficialmente la desaparición de los descendientes de Al-Andalus en la península ibérica, sin embargo, distintas fuentes, relatos y situaciones confirman que supieron sobrevivir en Andalucía entre los dogmas que la pureza de sangre y el ser castellano viejo les rodeaban. Estos son algunos apuntes en este sentido:
En primer lugar habría que remitirse a la conquista del Valle del Guadalquivir a mediados del siglo XIII, pues muchos musulmanes son autorizados a quedarse en sus pueblos, viviendo en barrios musulmanes o aljamas, diecinueve sólo en la campiña cordobesa, estos mudéjares (musulmanes que vivían en zona cristiana) serán imprescindibles en la vida económica de los reinos de Córdoba y Sevilla hasta que con la caída de Granada y la presión posterior sobre ellos, muchos musulmanes deciden “voluntariamente” convertirse al cristianismo pues sino serían expulsados del país, la sublevaciones musulmanas en 1499 en el Albaicín, en 1500 en las Alpujarras y en 1501 en la Serranía de Ronda provocan la conversión forzosa.
De este modo los mudéjares serán ahora castellanos nuevos o moriscos, que sólo en apariencia adoptan el cristianismo ya que conservan su forma de vivir, vestidos e idioma.
Al finalizar la Guerra de las Alpujarras en 1571 la represión es ya durísima, los moriscos granadinos tanto si eran de comunidades sublevadas como si permanecieron sumisos, son deportados a los reinos de Sevilla, Córdoba, Extremadura y Murcia, y sus tierras repobladas con andaluces de estos reinos y con manchegos. Entre estos nuevos repobladores había también cristianos nuevos que a pesar de ser ya cristianos de segunda o hasta cuarta y quinta generación eran vigilados por los cristianos viejos y prefieren salir de sus pueblos para iniciar una nueva vida en los campos y montañas granadinas, malagueñas y almerienses.
Por estas y otras razones la expulsión de 1609 y sucesivos años afectará más en número a los moriscos de los reinos de Valencia, Murcia y Aragón que a los andaluces, de hecho y según Lapeyre salen de Valencia 118.000 moriscos, 61.000 de Aragón, 45.000 de Castilla y Extremadura, 16.000 de Murcia y “sólo” 32.000 de toda Andalucía.
De este modo oficialmente ya no existen moriscos en España, sin embargo, numerosos relatos y realidades atestiguan lo contrario.
El antropólogo Díaz del Moral encontró en sus mediciones y estudios sobre cráneos de andaluces de los siglos IX y X y actual, parecidos muy significativos.
Blas Infante acudió al parecido sociológico con los africanos y árabes escribiendo:
“…los jornaleros… los campesinos sin campos, que son los moriscos de hoy… los andaluces auténticos privados de su tierra por el feudalismo conquistador. No queremos… no podemos ser sólo Europa, a pesar del bárbaro coloniaje; somos, Andalucía… Jamás hemos dejado de ser andaluces; euro-africanos, euro-orientales, hombres universalistas …”
José Acosta Sánchez interpreta que a medida que se conquista Andalucía y la represión de la Inquisición aumenta, la diversidad social del pueblo se va simplificando y reduciendo quedando los moriscos como jornaleros, “que volcarían sus ansias reivindicativas seculares en el movimiento anarquista.”
También son numerosos los trabajos que hablan sobre el componente morisco de la raza gitana ya que muchos musulmanes se refugiaron en la ilegalidad de esta comunidad para escapar de la ley cristiana. Blas Infante aseguraba que la etimología de la palabra “flamenco” viene de las palabras árabes “fellah” y “mengu” que significan “campesino sin tierra”, e incluso que el cante jondo es cante morisco fundido con el gitano.
El escritor sirio Nizar Qabbani visitó Andalucía en 1955 y parecía querer dar la razón a Infante con estos versos:
Flamenco…
Flamenco…
La taberna en penumbra se despierta
al brotar la voz triste
como un chorro de oro,
al repiquetear las castañuelas.
Yo, con pena, sentado en un rincón,
voy juntando mis lágrimas.
Voy juntando reliquias de los árabes.
En cuanto a narraciones directas a lo largo de la historia, el historiador Fernández González descubrió un documento que afirmaba:
“un informe elevado al rey por la ciudad de Sevilla acerca de los moros que había en ella, por los años de 1624 y 1625 (…) a consecuencia de haberse reconocido por los daños grandes que resultaban de tan gran cantidad de moros de berbería libres, y cautivos mezclados con los moriscos del reino de Granada (…) y ninguno de dichos moros y moras cautivos no viven en casa de sus amos y andan en tal libertad que procuran que no se conviertan a nuestra Santa Fe Católica los otros esclavos que están en casa de sus amos. Y las villas de Utrera, Villamartín y otras han venido a presentar a esta ciudad los grandes daños que padecen con la habitación de moros en aquellos lugares. “
Es decir que quince años después de la supuesta total expulsión de moriscos de Andalucía quedan aún comunidades moriscas e incluso mudéjares.
Otra narración también esclarecedora supone la del embajador del sultán de Marruecos Muley Ismail en 1690.
“Caminando para Utrera desde Jerez, cuenta que pasó una noche en Lebrija, donde algunos moradores le dieron a entender por señas y sigilosamente que descendían de los árabes, aunque sólo podrían decirlo en secreto… En Utrera, habló con dos jóvenes… ambas del linaje de Boadbil el Chico… Después de pasar por Córdoba, en donde vinieron a saludarle los cautivos marroquíes, llegó a Andújar en donde le maravilló sobremanera encontrar que sus moradores eran casi todos descendientes de aquellos abencerrajes que se pasaron a los cristianos, cuando algunas de sus familias fueron muertas en Granada. Añade que, con ser muchos en este distrito sólo algunos confiesan su abolengo… otros guardan cierta disimulación haciéndose pasar por oriundos de las montañas de Navarra … “
En el siglo XVIII Felipe V dicta una pragmática para expulsar a los moros “cortados”, es decir musulmanes cautivos que lograron su libertad asalariándose para pagar su propio rescate.
En 1766 otro embajador marroquí al-Gazzal, escribió durante su paso por Loja y Elche sobre los descendientes de los moriscos:
“Muchos de sus apellidos están presentes entre nosostros. Había quién señalaba su inclinación hacia el Islam de forma oculta y quien lo pregonaba abiertamente… (Y hacían todo esto en secreto) puesto que si alguno lo proclamaba en público y no se arrepentía estaba condenado a morir.”
Las guerras con Marruecos en 1774 y 1792, la de 1859 y sobre todo las de principios de este siglo con la desgraciadas campañas del Rif, resucitan los odios contra “los moros” y hacen que desaparezcan casi todos los autoreconocimientos de las señas de identidad de los andaluces como musulmanes o moriscos.
Aún así distintos viajeros musulmanes apreciarían la similitud andaluza-árabe como el tunecino Alí al-Wardani durante una visita diplomática otomana en 1887 escribiendo:
“El vestido de las mujeres campesinas es como las de Túnez, me informó el cónsul del Imperio en Valencia que los hombres que trabajan en sus huertas no visten pantalones largos, sino sólo hasta la rodilla, como el vestido de los hombres de Túnez. También me informó que las gentes del sur de España, como Granada, Valencia y otras ciudades, si están comiendo y llega un huésped, le ofrecen la comida, al igual que las costumbres de los árabes, y a diferencia de los habitantes del norte de España… “
El ensayista e hispanista egipcio Husayn Munis en su Rihlat al-Andalus publicado en 1963 escribía:
“En Yayyan -que se llama ahora Jaén-, no lejos de Córdoba, me pareció que, si abría el listín telefónico, iba a encontrar el nombre y la dirección de Uamal al-Din bin Malik, al autor de la Alfiyya, (gramático jienense del siglo XIII muy estudiado en el mundo árabe.) y que podría conversar con él.”
Y este otro comentario sobre Loja, pueblo natal del polígrafo Lisan al-Din bin al-Játib.:
“Cierta mañana me paré delante de una casa de estilo árabe que tenía una fuente en el centro, de la que manaba el agua amable y musical. Y me pareció que Lisan al-Din estaba allí, con la espalda apoyada en el otro lado de la fuente, ocupado en la composición de un nuevo libro.”
Y por último este otro, también de Munis:
“No olvido una escena en el camino de Guadix a Granada, camino campesino que se parece a los nuestros rurales. Era el atardecer y yo volvía, cansado, de Iznalloz. Me senté a descansar en la carretera. Desde lejos se acercaba un campesino con su asno; en todo, un campesino egipcio. Llevaba una vestimenta que parecía una chilaba, y sólo quien se llame Bestuisi o Awaden puede llevar ese rostro moreno y arrugado. Hasta se envolvía la cabeza con algo parecido a un turbante. (…) Llegó el hombre ante mí, me miró y me hizo un gesto. Yo me levanté. Me hizo un sitio detrás y me llevó a su grupa. No dije una palabra, ni él tampoco, mientras el burro nos llevaba. Sentía que aquel hombre era mi pariente, mi pariente desde hacía mucho tiempo. Cuando llegamos al lugar que yo quería, me apeó, y siguiendo su marcha desapareció por una curva del camino. ¿De dónde llegó? ¿Adónde fue? No lo sé. Nos juntó el camino. El largo camino de Al-Andalus.
La experiencia de los años 30 editando revistas bilingües en español y árabe y la proliferación de estudios arabistas e incluso de la lengua árabe como también propugnó Lasso de la Vega, conocen desde los años 80 una nueva revitalización:
El estudio del árabe con numerosísimos alumnos en las escuelas de idiomas y universidades, la creación de la universidad islámica en Córdoba, las nuevas mezquitas construídas a golpe de petrodólar, y la influencia andalusí en partidos políticos auguran un siglo XXI cargado de explosión cultural en Andalucía, punto de encuentro entre Europa, Africa y América. Esperemos que seamos nosotros los andaluces los que decidamos hasta donde queremos llegar en el resurgir de Al-Andalus.
Por último y a título de ejemplo estos son algunos apellidos andaluces de origen morisco:
BENJUMEA: De Banu Umayya o del clan de los Omeyas, la dinastía que gobernó Al-Andalus como emires y califas y también durante la rebelión de las Alpujarras con Abén Humeya. Lograron en el siglo pasado y en éste destacar varios miembros de esta familia en la pintura, la política y la empresa, fruto de ello obtuvieron los títulos de Conde de Benjumea y Conde de Guadalhorce.
SOLIS: Apellido que recibirían Saad y Nasr, hijos del sultán de Granada Abu-l-Hassán y Soraya o Isabel de Solís, que tras la conquista de Granada fueron bautizados con los nombres de Fernando y Juan.
VENEGAS ó BENEGAS: Apellido que recibieron Yahya An-Nayyar y su familia junto al titulo de Duque de Granada, y como nombre Alonso de Granada Venegas. En 1643 su descendiente Pedro de Granada y Venegas recibió el título de Marqués de Campotéjar.
AVENA ó ABENA: Apellido documentado entre familias asentadas en Tetuán por Muhammad ibn Azzuz en 1953 que además recoge los siguientes:
ABRIL, ACTRIZ, ABARRI, ALIATAR, ABEZ, ASCALANTE, ACHUELA, AFIA, AGUILAR, GAZUL O GAZULES, ALICANTE, ALCANTARA, ALCAZARIN, ALFANGERO, ALFONSERO, ALGUACIL, ALHAJA, ALMADEN, ALMANSA y ALMEIDA.
Otros muchos apellidos de fuerte raíz castellana fueron adoptados o impuestos a los moriscos, así Abén Humeya se llamaba de cristiano Fernando de Válor, su suegro era Miguel de Rojas, su tío Hernando el Zaguer y su primo Diego López, luego Aben Aboo.
También al apadrinar los señores feudales a sus esclavos musulmanes en su bautismo solían tomar sus apellidos como es el caso del duque de Alba, y de ahí vinieron muchos De Alba actuales, por lo que determinar a priori por su apellido quién es morisco y quién no, es sumamente difícil.
José Manuel de Molina
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