" Verdes tardes de la selva; tardes
tristes. Río verde
entre zacatales verdes;
pantanos verdes.
Tardes olorosas a lodo, a hojas mojadas, a
helechos húmedos y a hongos
El verde perezoso cubierto de moho
poco a poco trepando de rama en
rama, con los ojos cerrados como
dormido pero comiendo
una hoja, alargando un garfio primero
y después el otro..."
Ernesto Cardenal
(...) " Quejidos.
Hojas tristes que caen dando vueltas.
Y chillidos...
¡Un grito entre las guanábanas!
El hacha cortando un tronco
y el eco del hacha.
¡El mismo chillido!
Ruido sordo de manadas de cerdos salvajes.
¡Carcajadas!
El canto de un tucán.
Chischiles de culebras cascabeles.
Gritos de congos.
Chachalacas.
El canto melancólico de la gongolona
entre los coquitales..". E. Cardenal
La pintura primitivista nicaragüense fue una forma de celebrar la recién lograda libertad e independencia. El pueblo fue dotado de pinturas y pinceles y también motivado para que expresara en forma espontánea y sin academicismo alguno, su manera de ver la realidad o, mejor dicho, su manera de sentir la paz y armonía que ellos anhelaban ayudar a construir. El pintor primitivista presenta la realidad no tanto como es, sino como debería ser este mundo de todos y todas y para todos y todas.
Una de las características distintivas del Primitivismo es su origen campesino y su desarrollo al margen de los centros académicos tradicionales de las grandes ciudades, lo cual le ha permitido producir, además de una innumerable cantidad de obras, espacios de reflexión y de conocimiento no influenciados por la “alta cultura” occidental.
Se trata de una pintura que presenta principalmente la cotidianidad de los pueblos campesinos, sus costumbres y tradiciones en escenarios donde la naturaleza aun no ha sido corrompida por el avance de la modernidad.
Partiendo de la observación de su propia realidad inmediata y no de teorías estéticas foráneas estos pintores dan cuenta de la exuberancia de los paisajes nicaragüenses, explotando el colorido de su flora y de su fauna, en obras de una factura que se aproxima a los lineamientos del naíf.
Esta propuesta ha sido interpretada en clave de una utopía: el mundo no se representa tal como es sino tal como debería ser. En esa línea el pintor Álvaro García ha manifestado que a través de sus cuadros "quisiera mostrar un mundo mejor, sereno, donde lo sencillo y lo cotidiano representen las pequeñas grandes cosas de la vida".
La pintura primitivista surgió en Nicaragua a comienzos de los años 50 y sus pioneros fueron mujeres.
La primera pintora de la que se tienen noticias es Salvadora Henriquez de Nogera, de la región de San Carlos que ha plasmado en sus lienzos la majestuosidad de los bosques tropicales y las fiestas tradicionales de los pueblos del Río San Juan. Lamentablemente, según ha indicado Ernesto Cardenal, de sus obras sólo se conserva media docena de cuadros que pertenecen a un coleccionista privado.
La popularidad llegó poco después con las pinturas de Asilia Guillen, una bordadora de Granada que comenzó a pintar a los sesenta y tres años. Sus trabajos, publicados en diversos periódicos y enciclopedias de arte, hacía 1957 ya habían adquirido trascendencia internacional y recorrían las exposiciones y bienales de San Pablo, México D.F., Washington y, poco después, Europa.
En la Isla de Mancarrón se estableció una importante comunidad local basada en la Teología de la Liberación, como muchos recordaremos, liderada por Ernesto Cardenal. La Misa Campesina Nicaragüense de Carlos Mejía Godoy nació aquí. En este contexto se organizaron diversas actividades para la mejora de la vida en la isla como son la artesanía, la pintura primitivista al óleo y la pesca.
El archipiélago Solentiname fue el solar de una cultura precolombina de la que aún pueden observarse una gran cantidad de petroglifos, con figuras de pájaros, monos o personas.
El archipiélago de Solentiname está formado por un grupo de islas ubicadas al sur del Gran Lago de Nicaragua, cerca de la frontera con Costa Rica, un territorio virgen, donde los "campesinos muy pobres y abandonados vivían dispersos en las riveras".
Allí se instaló en 1966 el sacerdote, poeta y escultor Ernesto Cardenal para fundar la Comunidad Contemplativa de Nuestra Señora de Solentiname, que estaba destinada a convertirse en el foco más floreciente del primitivismo nicaragüense.
Cardenal cuenta que poco después de llegar a la isla, "visitando la casa de un campesino vimos unos guacales (especie de calabazas para beber agua), labrados por él con dibujos muy bonitos. (...) Más tarde vino un joven pintor de Managua, Róger Pérez de la Rocha, y le dio tela y óleos y algunas indicaciones, y pintó su primer cuadro, que compró un amigo nuestro de Managua. Después pintó otros más, y también se vendieron. Éste fue Eduardo, nuestro primer pintor primitivo". Ese primer lienzo de un artesano rural, sin proponérselo, estaba dando origen a un movimiento artístico cuyas obras darían la vuelta al mundo: la Escuela de Solentiname.
En el año 1970, bajo el liderazgo de Cardenal, un grupo de pescadores y otros pobladores de las islas desarrollaron una escuela de pintura que es conocida como la Escuela Primitivista de Solentiname. Este arte se hizo famoso en todo el mundo.
Los habitantes de las islas comenzaron a acercarse a la comunidad contemplativa y a ejercitarse en diferentes disciplinas artísticas. Montaron allí un taller de pintura, que luego se fue ampliando y abarcó la producción de artesanías en madera, cuero, cobre, bronce y plata. Con el correr de los años la comunidad llegó a contar también con una gran biblioteca y una colección de arte precolombino del archipiélago.
Muchos hombres y mujeres comenzaron a pintar y a vender sus obras a través de la comunidad. La producción artística fue incorporada a la praxis vital en franca interacción con las demás actividades productivas, principalmente de carácter agropecuario. Dice Alejandro, pintor de Solentiname: "La pintura está considerada como un trabajo y un pintor siembra un platanal o un maizal en su cuadro igual que lo siembra en el campo".
En los lienzos de Solentiname cobra protagonismo la figura del Gran Lago.
"Todo el mundo tiene que poner el lago; porque el lago cumple una serie de funciones. (...) El lago representa más que una carretera, claro, el lago es la fuente de vida; la gente se bebe el agua del lago y se come sus pescados, se sirve de él como medio de comunicación. La gente se sienta en una piedra o frente a su rancho a ver el lago, a observarlo"
Para mediados de los años '70 las obras de los pintores de la Escuela de Solentiname se vendían en casi todas las galerías de Managua y comenzaban a circular por América y Europa.
Pero el florecimiento artístico del archipiélago pronto se vio amenazado por las tormentas políticas que se desataban en Nicaragua. En 1978, finalmente, las tropas del dictador Anastasio Somoza cruzaron el lago, buscando a los campesinos que habían sumado a la insurgencia. La comunidad contemplativa fue saqueada y arrasada, sus edificaciones quemadas y sus habitantes, asesinados, detenidos o expulsados.
(...) " Quejidos.
Hojas tristes que caen dando vueltas.
Y chillidos...
¡Un grito entre las guanábanas!
El hacha cortando un tronco
y el eco del hacha.
¡El mismo chillido!
Ruido sordo de manadas de cerdos salvajes.
¡Carcajadas!
El canto de un tucán.
Chischiles de culebras cascabeles.
Gritos de congos.
Chachalacas.
El canto melancólico de la gongolona
entre los coquitales..". E. Cardenal
En 1979 la Revolución Sandinista terminó con casi cuarenta años de dictadura somocista. Los campesinos de Solentiname volvieron a sus casas, reconstruyeron la Comunidad y comenzaron a pintar nuevamente.
En los años '80 el Primitivismo alcanzó su período más floreciente, en gran medida gracias al plan nacional de apoyo y difusión de las artes que promovió Ernesto Cardenal cuando fue designado Ministro de Cultura.
La política cultural sandinista fomentó el surgimiento de nuevos focos productores de pintura primitivista en todos los rincones del país, destacándose los de Granada, León y San Carlos. Hacia 1985 las pinturas primitivistas nicaragüenses se vendían regularmente en las galerías de arte de Nueva York, Washington, París, Berlín, Londres, Zurich, Managua, México, San Pablo y Buenos Aires.
En tanto Ernesto Cardenal, a través del salesiano italiano Estefanni Renato, gestionó el desembarco del primitivismo nicaragüense en Japón. En 1986 la cadena Mitsukoshi organizó una exposición itinerante, que se presentó con gran éxito en Tokio, Kioto, Osaka y Nagoya, donde Miyako Kume fundó la exposición Nicaragua Naif, que invitó a exponer a todos los pintores y comenzó a editar el calendario "Buenos Días" de pintura primitivista, que anteriormente había sido editado en Alemania. En 1991 la galería Sanshin-Don, una de las más prestigiosas de Tokio inauguró su Exposición de Arte Primitivo, consolidando así la popularidad de la pintura nicaragüense en el país del Sol Naciente.
Fuentes: