el mar llama y yo escucho
quizás la total tristeza de la noche y sus habitantes,
quizás el corazón de un extraño.
contemplo lo ajeno y lo deshojo como una flor
que vuelve a nacer de su propia ausencia.
la sed me arrastra entre ecos nocturnos
en una incesante búsqueda de las visiones lejanas,
siluetas y metamorfosis de los gatos al amanecer.
pero el corazón está vacío.
mi cuerpo se derrumba de anhelo;
me he perdido en esta soledad cotidiana,
vagando sin rumbo por páramos de incertidumbre
al igual que un animal salvaje
dispuesto a abalanzarse sobre cualquier sangre,
un animal herido, un animal abandonado de la mano de dios.
no duraré mucho en este hogar de silentes huesos,
entre paredes que me aprisionan
en el recuerdo de las caricias que escapaban de nuestras pestañas.
pero ya no sé, de tu pecho rasgado, de tu voz soñada, ya no sé.
la quietud me invade como un metal en su último bosquejo;
sí, yo soy la palabra no pronunciada, la viruta de óxido
desprendida del olvido. ¿qué haré?
con estas ansias de salir del mapa, de saltar sobre nieve virgen,
de correr bajo la sombra
de las nubes éternelles. qué haré con esto.
© Celia Gómez, julio 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario