MAGRITTE, LA CONDICIÓN HUMANA |
La mayoría atribuye esta fábula a Esopo, ese personaje tracio del 600 antes de Cristo,, del que la historia nos ha dejado escasas certezas pero muchas fábulas. Otros dicen que se trata de una fábula africana. ¿Qué más da? Lo cierto es que está en nuestro bagaje cultural como retrato desgraciadamente fiel de la condición de una buena parte de los seres humanos.
Cuenta que:
«Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda… ¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser. No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
«Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma: Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo. Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo: Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río. El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
«Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: Lo siento ranita. Es mi naturaleza, es mi esencia, no he podido evitarlo, no puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme. Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río».
Aunque intentemos confiar una y mil veces en algunos seres, parece decirnos la fábula, su naturaleza es tal que, antes o después, a la entrada o a la salida, harán daño, Aquel que el escorpión justificaba como el que no podía dejar de hacer, pues esa era su naturaleza. Tal vez, si se hubiera dedicado a cultivar otros valores, en aquel momento de peligro para ambos, en medio del río, podría haber ejercido la generosidad, y la solidaridad. ¡Mejor le hubiera ido!
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