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viernes, 17 de marzo de 2017

QUEJIDO CON LOS OJOS CERRADOS, BARULLO DE EMOCIONES

Pecaron mis ojos moviendo esta angustia de amor en mi corazón,
y mi corazón envió las lágrimas para vengarse de los ojos.
¿Cómo encontrar justas estas represalias del llanto,
cuando anegan las pupilas con sus fluidos torrentes?

Ibn Hazm


A veces, las personas desaparecen delante de nuestros propios ojos. 

A veces, las personas te descubren de repente, aunque te hayan estado mirando todo el tiempo.

A veces, me pierdo de vista cuando no me presto atención. Todos nos perdemos en alguna ocasión, sea por decisión propia o debido a fuerzas que escapan a nuestro control. 

A veces veo la salida, pero sigo avanzando y ahondando: el miedo, la rabia y la tristeza me impiden regresar. 

A veces prefiero permanecer perdida y errante, ya que suele resultar más fácil. 

Otras veces hallo la salida, pero, pase lo que pase, nunca me acaban "viendo".


Me propongo no caer en la apatía que desean los poderosos. Pero tampoco sentirme eufórica, eso sería también un crimen, como lo es que más de dos millones de niños de este país estén pasando hambre, o vivir a diario el baile de los malditos regocijándose de nuestras penurias y falta de libertades. Ellos nos quieren sumisos y con miedo, que obedezcamos con los ojos cerrados, sin rechistar, me propongo no caer en su juego macabro. Mi quejido es con ojos cerrados también, pero mi corazón y mi cuerpo están bien despiertos y nunca lo conseguirán, porque yo sí me "veo" y sé que mi lucha por defender nuestra dignidad crece y crece.

martes, 7 de marzo de 2017

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ - CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Delphin Enjolras



Una de las escenas más impresionantes de Cien años de soledad es el momento en que Remedios la bella asciende por los cielos. No se puede decir que Remedios la bella muera, porque en ningún momento se menciona la palabra “muerte”. Lo que ocurre es que asciende a los cielos, como el ángel que siempre fue, demostrando una vez más que no era de este mundo:



"Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. 

Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa. 


— ¿Te sientes mal? —le preguntó. 


Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.


—Al contrario —dijo—, nunca me he sentido mejor.


Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. 

Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo la serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y que pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria".


Gabriel García Márquez. (Fragmento de "Cien años de soledad")



Delphin Enjolras



*.- De Remedios la bella, personaje que Gabriel García Márquez perfila maravillosamente en Cien años de soledad, lo primero que se destaca es su belleza. 

El hecho de que García Márquez utilizara la palabra "bella" o no otras como "hermosa" o "preciosa" no es casual, ya que "bella" apunta etimológicamente a la belleza del alma. 

Para referirse a la belleza física se utiliza la palabra "hermosura". 


En efecto, a Remedios la bella se la describe como la criatura más bella que se había visto en Macondo. 

En un primer momento el lector puede caer en un error común y pensar que se refiere únicamente a una belleza física, pero después de leer algunas páginas encuentra la respuesta evidente:

 

Remedios la bella debe su belleza física a la belleza de su alma.



sábado, 25 de febrero de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ - LOS COBARDES




Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?

¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?

Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.

Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huis y huis, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.