Aprendí a quererme
una tarde de golpe.
Cuando de un bofetón de vida
aterricé en mis pieles.
Camille Corot |
[..] Aprendí a quererme
en un viejo café
mientras tragaba a sorbos
mi dignidad recién batida.
Había pedido al camarero
mezclar mis esperanzas rotas,
con el zumo de una naranja amarga
y el tallo de un apio desabrido.
Una cucharada de aterrizar
la realidad, era fundamental,
para que el batido tuviera un punto
de verdad.
Después me supo amargo,
pero dulce.
Empecé a degustarme
las entrañas.
Me recordé cuando nací
tan nueva y virgen.
Tan sin preguntas,
sin futuros, ni caminos.
Tan sin fríos, sin amores,
ni dolores.
Tan sin deberes, lesiones
ni desilusiones.
Y me volvía a nacer
saltándome las reglas.
Me volví a descubrir la que tenía.
Me volví a construir
entre las ruinas.
Encontré mis cimientos
y mis vigas.
Despejé el corazón
de los tormentos fríos.
Me descubrí los ojos
de las vendas.
Y me empapé con luz
de sus ventanas mías.
Me dejé de mirar por los que
"más me amaban",
para empezar a verme
y a quererme con mis ojos