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martes, 5 de junio de 2012

PIERRE MOLINIER - LA MELANCOLÍA DE UNA FIGURA FRAGMENTADA




Pierre Molinier (1900-1976) fue un pintor y fotógrafo nacido en Agen, Francia, que vivió y murió en Burdeos, que comenzaría su carrera realizando pinturas de paisajes pero que pronto encaminaría su obra hacia un fetichismo erotismo salvaje. Molinier empezó a tomar fotografías a los 18 años, aunque no sería hasta 1950 cuando empezaría su producción erótica.













“Sus fotografías, especialmente, los autorretratos y fotomontajes realizados en los últimos quince años de su vida y recogidas, muchas de ellas, en su libro Cien Fotografías Eróticas, muestran una decoración monótona y repetitiva donde las mismas fantasías son convocadas obsesivamente: la angustia de una identidad troceada, la fragmentación del propio cuerpo, la irremediable ligazón del dolor al placer, el incesante fetichismo y travestismo narcisista.

El acto fotográfico supondrá para Molinier la única posibilidad de acceder al otro cuerpo. El fotomontaje le permitirá alcanzar ese cuerpo imposible que la sociedad prohíbe. Su vida se nos aparece como la incesante búsqueda – sin ningún tipo de moral – de la frontera evanescente donde se yuxtaponen en una proximidad improbable y provocadora los diferentes sexos; ese lugar hecho de luz y sombras, ambiguo y confuso donde el deseo se confunde con la angustia y el goce con el sufrimiento.”














“A mediados de los 50, Molinier contacta con André Breton, quién le apoyaría para integrarlo en su grupo y exponer en París, llegando a componer la portada del nº 2 de la revista “Le Surréalisme même” y participando en ediciones posteriores. Formaría parte del movimiento surrealista, aunque sus planteamientos y opiniones diferían, a menudo, del Surrealismo. En 1965 el detonante del conflicto con sus compañeros de grupo sería la presentación de un lienzo que consideraron demasiado irreverente, titulado: “Oh!… Marie, Mère de Dieu” (¡Oh!… María, Madre de Dios). Ello, unido a su difícil carácter, a menudo blasfemo y obsceno, acabaría desembocando en un alejamiento de Breton y los surrealistas.”











Pasará sus últimos años confinado y solo en un claustrofóbico, decadente y sucio apartamento del viejo Burdeos. Aquel espacio será su universo y su microcosmos, lugar sagrado y obsceno donde comerá, trabajará (es el mismo artista quien construye o transforma todos sus objetos) y dormirá rodeado de pistolas, maniquís, libros, pinturas, muñecas, cuchillos, botas, medias, ropa negra: fetiches y accesorios que le acompañarán hasta el día de su suicidio (el 3 de Marzo de 1976). Una angustiante atmósfera que le permitirá el retiro del mundo real al suyo interior, un espacio inviolado donde poder dar lugar a todo el desarrollo de su psique.


Texto íntegro tomado del blog:



viernes, 1 de junio de 2012

LOS DIBUJOS ERÓTICOS DE KLIMT - LA EXQUISITA SENSUALIDAD Y EL EROTISMO TRAZADOS A LÁPIZ

Los dibujos de Klimt son la quintaesencia de la sensualidad.

Carecen de la agresividad y desesperación de los dibujos de Schiele, del cinismo de Picasso, del salvajismo de Tolouse-Lautrec. 

Su erotismo es siempre, como en Ingres o Matisse, refinado y elegante. Su sensualidad da testimonio de su gusto por el esteticismo decadente, algo que nadie puede quitarle o prohibirle. Esta mezcla de erotismo y esteticismo forma también parte de la representación de las poses más osadas y provocantes o de la reproducción detallada de las zonas erógenas del cuerpo. 

Klimt no es nunca atroz o vulgar, aún cuando se le ha tachado de pornográfico. El dibujante Klimt parece coquetear siempre con el objeto de su pintura. Es el dibujo de un amante cariñoso que acaricia con ternura el cuerpo amado para excitarlo en cada posición, y es el intento de retener un momento del éxtasis para hacer de él un algo de eternidad.






La mujer es su tema exclusivo: la pinta desnuda o ricamente adornada, en movimiento, sentada, de pie, yacente, en todas las posiciones y gestos, incluso los más secretos. 


Preparada para el abrazo, en éxtasis, en sensual expectación, como Rodin, con quien comparte esta pasión por la representación de la mujer en todos sus estados de ánimo, necesita durante su trabajo constantemente dos o tres modelos desnudas en su estudio, sin pintarlas realmente. Como ardiente mirón, un dibujante que iguala a un reportero sensacionalista, las pinta en la posición que le excita a él, en el movimiento que despierta su líbido. 


































Frente a esos dibujos podemos sentir la sensualidad, la exquisita sensualidad que hizo que la mano del artista acariciara con trazo tierno, lento y cadencioso el cuerpo desnudo o semidesnudo de una mujer, eterna puerta abierta al tantas veces prohibido universo de los sueños, los placeres y los sentimientos. Es frente a cualquiera de esos dibujos cuando nos damos cuenta de que el arte, como el amor o el sexo, no hay que entenderlo, sino sentirlo. Klimt ha sabido captar como nadie ese momento lleno de magia y de misterio que llamamos soledad.




















El estudio de Klimt estaba siempre lleno de modelos, mientras él estaba sentado y silencioso ante su caballete, ellas, se paseaban arriba y abajo, se desperezaban y alegraban la estancia, siempre preparadas para responder a una señal del maestro y quedarse quietas cuando él observaba una postura, un movimiento que su sentido de la belleza le pedía que dibujase rápidamente. En estos dibujos nos encontramos, quizá, con las imágenes más eróticas del pintor, realizadas de manera rápida, mostrándose el espectador como un auténtico voyeur, de la misma manera que ocurre con las bañistas de Degas.



















Las mujeres que viven en sus cuadros están solas, siempre solas, y si aparece, a veces, alguna figura difuminada junto a ellas, no es más que un compañero o compañera del único viaje que nos lleva a alguna parte, el viaje al fondo de nosotros mismos. Las mujeres de Klimt habitan en el callado océano de su intimidad protegidas tan solo por el silencio de sus sueños, son mujeres etéreas, ingrávidas y, sin embargo, auténticas y reales, porque de ellas es el universo que trasciende al espacio y al tiempo, el único universo que nos pertenece: el de la fantasía.

















La ropa que llevan las mujeres de Klimt no está para abrigarlas o cubrirlas, sino para enmarcar, sugerir y realzar la belleza de su sexo, de su pecho, la suave curva de las caderas que deja entreveer, porque todo en los dibujos de Klimt obedece a ese mismo propósito de destacar el erotismo del universo femenino. 

















Entre 1899 y 1903, Klimt tuvo dos hijos, Gustav y Otto, de su relación con Mizzi Zimmermann, hasta aquí normal, pero se dice que tras fallecer, surgieron unas catorce mujeres que decían tener un hijo de Klimt. Pasaba los veranos junto al lago Atter, en compañía de su buena amiga Emile Flöge. Sobre la relación de Klimt y Emile existen numerosas dudas. 

Los biógrafos lo acuestan prácticamente con todas sus modelos, y además sugieren que lo hace también con las que posan, me cabe añadir a este respecto que hay un paralelismo entre las imágenes retratos de mujeres y obras eróticas muy expresivas, sobre todo mira los vestidos de las retratadas, si observas obras en fechas cercanas observaras los mismos tonos y motivos, en la ropa o mantos que las envuelven. 

Gustaba de la compañía de los intelectuales de la época en Viena: Schönberg, Wittegenstein, Mahler, y de sus mujeres, las malas lenguas dicen que lo intentó al menos con Alma Mahler, a Freud le ocasionó una "congestión intuitiva".. la pintura erótica tan explícita, sus mujeres-iconos solas, voyeristicológicamente pintadas para el espectador-observador como amante potencial, esa atracción sexual ..














Parte del texto está sacado del blog:





Se conservan más de 3000 dibujos de Klimt. Después de haber sido descuidados durante largo tiempo, hoy se consideran un complemento esencial de sus pinturas.